sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Engañoso el flaco negro!

24 de diciembre. Sábado a la mañana y muy poca actividad en el pueblo. Salí hace un rato, sin ningún apuro, en camino a la Estancia La María para inseminar unas vaquillonas.
Hay solcito pero está fresco. Cuando terminé el trabajo, me subí a la camioneta y apenas arranqué, despacio nomás, se me puso a la par el Raya. Un galgo negro con una rayita blanca en el pecho. El pobre está demasiado flaco. Se le cuentan las costillas y los huesitos de la cadera forman dos crestas sobre la cola. Además muestra un cuero lleno de cicatrices y peladuras. Sin contar la mirada tristona, igual que la mayoría de los galgos.
Lo voy mirando en el camino que va de la manga a la casa. Trotea suave y levantando tierrita. Como sin ganas. De pronto alza la cabeza y parece como si una electricidad le recorriera el cuerpo. En el potrero pelado saltó una liebre y el tipo sale disparado como un refucilo. Solo. El resto de los perros apenas atinan a ladrar y correr entusiasmados atrás del Raya, pero bien de lejos. Paro la camioneta y me quedo mirando. La liebre intenta algunas gambetas pero el Raya, en cada salto, le descuenta unos metros, hasta que por fin, allá en el medio del lote, la pesca a la pasada y la desnuca en tres revoleos.
Y ahí nomás termina su función. Pronto llegan los amigos y empiezan a discutir por el bocado. El Raya, sobrador, se vuelve al trote hasta la camioneta, me mira, y en cuanto muevo nuevamente, sigue acompañándome como si nada hubiera pasado.
¡Engañoso el flaco negro!

jueves, 22 de diciembre de 2011

En algún lugar solitario



Si uno se va al medio del campo. Lejos. Donde no anda nadie. En un día calmo y soleado. Tal vez por esos caminos donde si pasa más de un auto al día, es mucho. Ahí donde hay pura naturaleza y solo plantas y animales.
Y apaga el motor del vehículo, la radio y cualquier otra cosa que haga ruido, y se sienta a tomar mate en un costado, entre cardos, yuyos altos o algún árbol. Bajo la atenta mirada de una vaca aburrida, de un zorro ladino o algún peludo. Con el concierto de pajaritos saltones, mezclado con zumbidos de moscas y mosquitos.
Si uno hace eso, sentirá por donde pasa la vida. Se le hará notable la relatividad de las cosas humanas. Advertirá cuanto nos ha arrastrado esta era de comunicación instantánea hacia quien sabe dónde. Se dará cuenta de lo vano y superficial que nos atosiga desde los medios.
A juzgar por lo que se ha visto este año 2011, pareciera que hay una insatisfacción generalizada en gran parte del planeta, pero insistimos torpemente en el mismo camino.
Me pasa que encuentro más cosas auténticas y puras cuanto más lejos está la civilización.
Por cada elemento de progreso adquirido hay un elemento de humanidad que se pierde.

jueves, 8 de diciembre de 2011

¡Animate Celestino!

Alcancé a conocer la estancia San Juan de Pereyra Iraola cuando todavía estaba en su esplendor. Era un lugar increíble. Casi un pueblo. Trabajaban más de doscientas personas. Había casas por todos lados, galpones para herramientas, otros para los animales de la cabaña, herrería, almacén, escuela, taller, montes interminables, árboles frutales de todo tipo, maquinarias surtidas, especialistas para cada tarea, y movimiento permanente de gentes y animales.
Celestino Villegas entró de mensual en los años `60. Debe haber sido un mozo bien plantado, porque cuando yo lo conocí todavía era un tipo elegante para montar y prolijo en todas sus pilchas. Me contaba que ahí conoció a Margarita Ramirez, la segunda hija del capataz de hacienda. Parece que se flecharon enseguida, pero Celestino, rústico y apocado, no se atrevía a decirle nada. Pasaron los meses y ya el chico estaba que deliraba de amor, pero en cada ocasión en que se encontraban, la lengua se le hacía un nudo y solo atinaba a mirarla con los ojos prendidos fuego.
Pero el destino quería que se juntaran de alguna forma y llego el día marcado.
Fue un 10 de noviembre. En la estancia se había organizado un desfile para el día de la tradición. Llegaron paisanos de todos los campos de alrededor. Celestino agarró un picaso que era un lujo, y lo ensilló con las prendas de plata y tejido en tientos que le había regalado su viejo. Pero el corazón y la cabeza estaban puestos en Margarita. Se vistió con sus mejores ropas. Bombachas negras, botas impecables, camisa celeste, pañuelo rojo al cuello y sombrero bien requintado. Y quiso lucirse con la muchachita, así que se le sentó al picaso, y en un galopito rodeó las casas para pasar frente a la ventana del capataz, donde estaba asomada Margarita.
Se encontraron con los ojos y se les enredaron las miradas, y así se quedaron embobados, con tanta mala suerte, que Celestino ni vio la rama de lamberciana que, como a propósito, se le cruzo adelante y lo golpeó en el cogote. El picaso se abalanzó y el pobre muchacho se desparramó de espaldas y quedó tendido como muerto.
Margarita salió corriendo y se arrodillo asustada al lado de Celestino, pero el chico no reaccionaba. De pronto ella, juntando coraje, le metió un beso bien gustoso en la boca y pudo devolverle el alma al cuerpo al enamorado.
Se perdieron el desfile, pero ese día se ganaron una pila de besos y abrazos, y ahí nomás arrancaron juntos su camino. Hoy siguen casados. Con cuatro hijos criados y varios nietos se acuerdan a las risas de aquel primer beso.

martes, 6 de diciembre de 2011

Se me pasó rápido

Terminé mis estudios de veterinaria el 15 de diciembre de 1981. Argentina me dio esa posibilidad. Siempre lo valoro y trato de retribuir con mis acciones un regalo tan extraordinario. Se cumplen 30 años.
En esos tiempos no se hacían residencias, así que salí directamente al campo solo veinte días después. Claro, tenía a favor el haber estado al lado de mi padre, viendo la profesión, hasta mis 15 años. Pero en muchas cosas prácticas fui casi autodidacta. En mis primeras salidas repasaba mentalmente varias veces la operación que posiblemente haría, o me devoraba los libros al volver de un caso complicado, cargado de datos clínicos.
Aprendí mucho y vi mucho. A veces pienso que tuve a favor el haber caído en un lugar donde prácticamente vivo al lado de los campos que atiendo. El que se instala en medio de una gran ciudad, pierde muchas horas al día solo en entradas y salidas del pueblo, o en viajes muy largos. Sumado a esto mi naturaleza de ardilla, que me lleva a despedirme sin perder tiempo después de terminar cada tarea, para empezar enseguida otro trabajo.
En estos años tuve varias fracturas, cortes, desgarrones y golpes, pero increíblemente sigo en pie y con buena salud. Pasé días de sol agobiante, fríos que cortaban, lluvias y granizadas, barros consistentes y vientos inclementes, pero también momentos de intenso bienestar o atardeceres increíbles.
Me gustan casi todas las posibilidades de la veterinaria y poco las rutinas. Tal vez por eso he hecho las cosas más variadas. Quizás la clínica y la cirugía en bovinos y equinos sea lo que me defina, pero trabajé con ovinos, cerdos, perros y gatos; en tambos y cabañas, en mucho de reproducción, en cosas de laboratorio, en bromatología, en temas de apicultura y calidad de mieles, en ensayos a campo de distintos temas y asesorando en nutrición y manejo de bovinos.
Escribí artículos que se publicaron en revistas nacionales e internacionales, y durante 16 años ejercí la docencia universitaria con vocación y esmero.
La verdad es que mis primeros 30 años con la veterinaria han sido apasionantes. Veremos que sale en los próximos 30.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Nicanor Olivera

Nicanor Olivera tiene el mismo nombre que un pueblo del Partido de Necochea, en la Provincia de Buenos Aires. Ese pueblo es llamado también La Dulce, y por cosas del destino, este hombre tiene tal carácter que no estaría de más llamarlo El Dulce.
Hay que verlo a Nicanor emprolijar sus caballos, desojar y limpiar las ubres de sus ovejas gordas, curar los terneros agusanados, o empatillar los galgos quebrados en las corridas detrás de alguna liebre. Todo lo hace con esmero y dedicación.
Además hace quinta y tiene verduras de todo tipo. Tomates únicos, lechugas moradas, chauchas tiernas y rabanitos bien colorados. Y pone flores, y mantiene el rancho pintado, lava los vidrios, barre el piso de tierra asentada, poda los ligustros, da de comer a los gatitos pichones y pinta cuadros con acuarela.
Los días que llueve zurce medias y repasa camisas y bombachas, por si falta algún botón. Dicen que también sabe tejer y que las tricotas que usa en el invierno las hace él mismo.
Y cocina mejor que la mayoría de las mujeres. Hace dulces, confituras de todo tipo, guisos y asados increíbles, y si tiene tiempo se amasa los tallarines o los ravioles.
Nicanor. Un tipo completo… ¡Y dulce!

jueves, 17 de noviembre de 2011

Asesores

¿Cómo puede ser que haya tipos que viven solo de opinar? Cada vez hay más personas que trabajan de “consultores” o “asesores”. Lo cómico del asunto es que a veces son tipos muy jóvenes que apenas han salido de la Facultad, y tienen muy pocas cuadras de calle recorridos.
En nuestro sector agropecuario está lleno. Hasta tienen una manera de hablar y de vestirse que los emparenta.
Esto que estoy diciendo no es producto de mi senilidad, porque lo mismo opinaba hace mucho tiempo. Creo que para poder aconsejar uno tiene que haber hecho y visto mucho sobre el tema que le ocupa. Solo de esta forma puede trasmitir experiencia y no solo lo que leyó o le contaron.
Es como una gran correntada donde flotan como boyas de colores, bien visibles, los astutos usuarios de notebooks, teléfonos ultramodernos y dispositivos de comunicación sofisticados, aunque debajo de esa cáscara está la misma hoquedad de aquellas boyas.
Encuentro entre ellos a un gran conjunto de chantas, a los que he visto hacer enormes desastres productivos sin que se les mueva un pelo.
Me acuerdo muchas veces de los libros de aventuras que leía en la infancia donde los ancianos de una tribu eran respetados hasta la veneración y cuyos consejos eran degustados como el mejor vino ¡Qué lejos se fue la humanidad de aquellos tiempos!
No me gusta y no creo que sea lo mejor.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¡Y no hay central nuclear!





¡Cosa e`mandinga! Diría una vieja.

Hace pocos días escribí unas líneas sobre la tararira de tres ojos, afirmando que este tipo de cosas es común en la naturaleza y que la trascendencia viene solo a partir de la difusión mediática y las opiniones afiebradas de los legos (y no tanto).

¡Que no dirían entonces de este pavito con cuatro patas!

Ayer fuí al campo a revisar un caballo y el muchacho me mostró este animalito. Nació con dos patitas suplementarias. Una con tres y otra con dos dedos. Tiene trece hermanitos normales y el dueño me contaba que los otros, desde los dos días de vida, lo picoteaban sin parar, así que lo tuvo que separar para que no lo maten.

Así son las cosas en el reino animal. Solo los humanos tratamos de escaparnos.





martes, 8 de noviembre de 2011

La cesárea de la oveja Tota

La oveja Tota vive en una quinta en el fondo del pueblo. La criaron a mamadera, así que anda atras de los dueños como un perrito. Un día quedó preñada y después de cinco meses de gestación le llegó el momento del parto. Pero... ¡Algo falló!



Decidimos hacer una cesárea y entonces aparecieron dos lindos corderos. Los chicos les pusieron de nombre Matías y Gastón. Mientras tanto, Tota preguntaba ansiosa por la salud de sus chicos. ¡Todo bien! ¡Quedate tranquila! Le dije mientras trabajaba.



- ¡Ojo con la sutura Jorge!- Me dijo. Coqueta como siempre -¡No hay problema!- Contesté -En cuanto te crezcan los rulos no se vá a ver nada-



Apenas terminamos, le pedí una foto de recuerdo, pero ella solo estaba preocupada por lamer a sus crías y ponerlas a mamar. Hoy Matías y Gastón ya están hechos dos hombrecitos y corretean atras de Tota sin parar.


jueves, 3 de noviembre de 2011

No hubo mas remedio

El ternerón tuvo una mala caída y se fracturó el metacarpo derecho. Ahí estaba el pobre con pedacitos de hueso asomando en la fea herida, y muy dolorido, quietito en un rincón del potrero. Lo preparamos, hice una ligadura para evitar las hemorragias y corté los tejidos blandos...




...hasta separar la extremidad. Despues corté el hueso, hice un lindo muñon y le dí algunos pocos medicamentos para prevenir una infección.


Y ahí quedó el candidato feliz y contento, con una mano menos pero a salvo.






miércoles, 26 de octubre de 2011

La tararira mas famosa

Pescaron una tararira con tres ojos en un lago de Córdoba en el que vierte sus desechos una central nuclear. Como será la necesidad de llenar espacios de información, que una crónica mínima crece en forma tan desproporcionada a su importancia.
En treinta años de ver casos en todas las especies, he encontrado decenas de cosas así. Terneros con dos cabezas, o con cinco y hasta seis patas, gallinas nacidas sin ojos, deformaciones de manos y patas en corderos y potrillos, y montones de anormalidades grandes y pequeñas. Muchas las mostré en este mismo blog.
Y así ha sido desde el comienzo de los tiempos.
El material genético de los seres vivos tiene miles de millones de posibilidades de recombinarse en el momento de la fecundación y siempre han nacido criaturas “distintas”.
Esto es la esencia de la evolución. Cuando los “distintos” se adaptan mejor al medio que los rodea tienen más posibilidades de sobrevivir y reproducirse. Entonces aquellos “distintos” son los que inician una nueva línea genética y se perpetúan hasta que aparece otro “distinto” más exitoso.
Lo que pasa en estos tiempos de súper información es que este pescadito de Córdoba es comentado hasta en los diarios de la Cochinchina, con lo que un hecho menor se multiplica hasta el infinito, sumado a esto que la noticia es tratada y comentada por legos de todo calibre que se deliran imaginando que el asunto se debe a emanaciones nucleares, o al calentamiento global, o a la contaminación de lagos y lagunas, o a los aerosoles que destruyen la capa de ozono. Hasta son capaces de agregar que la mutación se originó en las patas sucias del croto que se lavó en la orilla.
Cuando alguna de estas cosas afecta verdaderamente la tierra, los efectos son un poquito más violentos y generalizados.
¿Se acuerdan de Chernobyl?

martes, 25 de octubre de 2011

Se fue sin ruido

Lujan Benitez se despertó a las tres de la mañana, como en todas las noches del último mes. Le estaba costando dormir parejo. Abrió los ojos en la oscuridad del rancho, y se incorporó en el catre hasta poder respirar un poco mejor. Los años de cigarro y vino le pesaban en los pulmones y en la espalda. Sintió el cuerpo dolorido igual que el día anterior. Hacía frío. Mucho frío. Pero él casi ni lo sintió. Estaba acostumbrado. Prendió el candil, se vistió entre rezongos y prendió la cocina económica antes de ir al baño. La débil llamita creció enseguida y calentó la pava, con el agua para los primeros mates.
Puso la radio bien fuerte y se sentó en la silla bajita despuntando pensamientos.
Vivía solo desde que su mujer se fue con otro. Mario, su único hijo, hacía cinco años que se le había perdido ¿Quién sabe dónde andaría?
El patrón le decía que se tomara los domingos libres, pero no tenía donde ir ni a quien ver, así que se entretenía acomodando la quinta, lavando su ropa, tusando los caballos o en alguna otra manualidad chiquita.
Ese 20 de septiembre había que vacunar la hacienda. Seguro que vendría “Pajarito” Gutierrez para ayudarle a encerrar. Y después el veterinario, el jefe con el hermano, y algún otro comedido que siempre los acompañaba.
Pero Luján ya no tuvo fuerzas. Ensilló despacio. Charlo un rato con Pajarito, y en cuanto clareó el día, salieron al potrero grande a juntar el primer lote de vacas.
Yo llegué a las siete y media. Pajarito lo había traído hasta la casa cruzado en el caballo. Me contó que de pronto, Lujan se agarró el pecho y se fue deslizando hasta el suelo sin quejarse.
Se murió sin hacer mucho ruido. Como vivió. El velorio fue cortito y no lo acompañó casi nadie.

viernes, 21 de octubre de 2011

Seis especies

No es común que pase pero a veces se da.
Ayer atendimos seis especies animales. Revisamos una yegua Pura sangre de carrera con problemas postparto, castramos un cerdo padrillo, tratamos un perro dobermann con un linfoma grave, hicimos una ovariectomía a una perra, aplicamos algunos remedios a un cordero enfermo, asistimos el parto de una vaquillona e hicimos tacto a algunas vacas, castramos terneros, atendimos un toro con hematoma de pene y por fin hicimos una ecografía a una gata para ver si estaba preñada.
Vacas, ovejas, caballos, cerdos, perros y gatos. A veces se da.

jueves, 20 de octubre de 2011

Y no lo ven

Es común que vacas y caballos aparezcan como este pobre novillo que vemos en la foto.

Alambres, hilos y cables tirados en el campo, suelen enredarse en sus patas de tal manera que terminan cortando la piel y comprimiendo hasta el hueso.

Lo notable es que la mayoría de las veces los dueños no se dan cuenta de lo que pasa. Solo piden nuestra ayuda cuando la bestia ya no apoya mas esa pata y la notan dos o tres veces mas gruesa que lo normal.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Mucha bronca

Mucha bronca. Eso es lo que sentí cuando me contaron que un Pitbull había atacado a un hombre conocido destrozándole una pierna cuando pasó caminando frente a una heladería, donde la bestia dormía sin ninguna vigilancia.
Ya hable del tema en este lugar. Y mi enojo tiene que ver con muchos colegas que alegremente opinan que un perro de cualquiera de las razas grandes, es una mascota cuyo carácter solo depende de lo bien criado que esté.
Estudié Neurofisiología muchos años y el tema Comportamiento Animal está dentro de mis ocupaciones, lo que me permite dar una opinión con algún fundamento, sumado esto a los datos cada vez más crudos, de animales que lastiman seriamente, o matan a seres humanos.
Digo entonces que estos bichos, independientemente de su crianza, son bombas a punto de explotar. Una reglamentación muy estricta tiene que impedir que se comercialicen libremente. El que quiera tenerlos será conciente y responsable de un animal peligroso para sí mismo y para los demás, y tratarlo en consecuencia.
Y en muchos casos, tratar de esconder su cobardía y debilidad, detrás de un arma más manejable que un perro cuya raza ha sido moldeada para el ataque y la pelea, que tiene mucha más fuerza y agilidad que la mayoría de nosotros, y que destaca a la agresividad y al coraje entre sus cualidades.

martes, 11 de octubre de 2011

Teoría y práctica

Con los años de ejercicio de cualquier profesión pasan dos cosas.
La primera es que adquirimos numerosas rutinas, y destreza y seguridad en algunas técnicas. Pero la segunda es que nos alejamos cada vez más del estudio sistemático.
Han proliferado los congresos, jornadas, charlas técnicas y seminarios, tratando de cubrir estos espacios, pero creo que muy lejos están de lograrlo. Son pocos los casos en que el orador brinda sus propias experiencias. Generalmente da detalles teóricos de su tema, en excelentes presentaciones en power point. Lo novedoso es que el acceso al conocimiento en estos tiempos es ilimitado, y los contenidos de todas estas charlas están al alcance de cualquiera.
Solo falta tiempo y concentración.
Creo que es deber de cualquier profesional dedicar un tiempo de su día a la lectura dirigida y a profundizar un tema, tal como lo hacía en sus tiempos de estudiante. Pero aunque suena simple, es muy difícil de lograr. Se nos pasan las horas detrás de mil detalles y siempre va quedando rezagado el espacio del estudio y la reflexión.
Los que ejercemos cualquier profesión integralmente, nos apoyamos cada vez más en nuestra experiencia, mientras que los colegas que han quedado en los claustros universitarios, o dedicados a la investigación, abundan en horas de lectura pero desconocen las exquisiteces de la práctica.
La persona que sintetice ambas cosas es invalorable.

sábado, 8 de octubre de 2011

No mas zorrinos

Parece que me he convertido en un gurú de los zorrinos. A raíz de dos notas que escribí en este blog sobre el tema, donde contaba algunas experiencias con los mismos y di algún detalle de una simple técnica quirúrgica que desarrollamos, he recibido montones de consultas. La mayoría preguntando cómo conseguirlos, aunque también por alguna cuestión sanitaria o tratando de que les brinde más datos sobre su nutrición y cuidados.
Para contestar todo en una vez y terminar con el tema, les digo que los zorrinos no se venden ni se compran (que yo sepa), solo cae algún pichón sin madre en alguna casa y esto es de casualidad.
Además, no hay mayores misterios en cuanto a su alimentación y cuidados. Son mamíferos carniceros bastante parecidos en muchos aspectos a los gatos.
Así que creo que lo mejor, si no son gente de campo o que tenga relación con el medio, es olvidarse de ellos como mascotas y tratar de conseguir un perro manso o un gato juguetón.

jueves, 6 de octubre de 2011

Golpeador golpeado

En tantos años por el campo he visto montones de tipos garroteadores. Es gente que se descarga con cuanto animal tiene a mano.
Si se retoba un novillo, allá van y lo recuestan contra el alambre en algún caballo vivaracho, y le van moliendo el lomo a palos metros y metros… ¡Pa que aprenda!
Si un perro torea donde no debe y les hace volver una vaca de las que están encerrando, no lo retan, le tiran con lo que tengan a mano. Una vez tuve que atender uno, al que le habían perforado un pulmón con un cuchillo en estas maniobras.
Si el caballo en el que van montados esta alunado, o no pisó como ellos quieren, le dan un palo por la cabeza para educarlo, y así han quedado mancarrones tuertos a causa de estos personajes.
Celestino Aldalur es un tipo así.
Ese día estábamos preparando el rodeo para el tacto y él se puso a apartar en la tranquera. Como siempre, agarró un palo grueso para ayudarse. Las vacas iban pasando al otro corral y dejábamos las crías atrás, pero había un ternerón empeñado en seguir a las vacas, así que varias veces Celestino tuvo que jugarse para atajar el animal.
¡Hasta que se calentó! Y en una arremetida del bicharraco, alzó el palo y se lo descargó en medio de la cabeza. El pobre animal cayó como fulminado por un rayo, pero la suerte quiso que el garrote rebotara en la cabeza de la víctima y se alzara directamente a la cara de Celestino. Fue tal el golpe, que el candidato cayo para atrás y se dio de nuca contra el poste de la tranquera. Y allá quedó tendido.
Hubo que llevarlo a la Sala de Primeros Auxilios y de ahí al Hospital de Lobería, donde estuvo una semana internado.
Dicen que ahora sigue pegando, pero con más cuidado.

martes, 4 de octubre de 2011

Lindo trabajito

Sábado a la tarde. Caía el sol. O por lo menos era la hora de la caída, porque una gruesa y morruda tormenta eléctrica ennegrecía el cielo. Recién había llegado de un Remate de Reproductores en Lobería. Teléfono.
-¿Jorge?-
-¡Sí! ¿Qué tal María?-
-¡Mal! Recién recorrí con mamá las vaquillonas, y hay una que no puede parir-
-¡….! ¿Y la tenés encerrada?-
-¡Nó! Anda suelta en el cerro. Tal vez la puedas enlazar-
-¡….! ¡Bueno! Salgo en un rato para allá-
Llegué ya de noche. Se oían truenos y se veían relámpagos al por mayor. Como corresponde, la enlacé en el primer tiro, pero la futura mamá, una vaquillona negra de unos 400 kilos, pegó un salto y salió disparando entre las piedras, sin darme tiempo a nada.
Después de correrla un buen rato conseguimos llevarla a un rincón. Ahí me largué al suelo, prendido de la cuerda, pero la bandida me arrastró casi 50 metros y no la pude parar. Además empezaron a caer las primeras gotas. La verdad es que pensé que no iba a poder.
Por suerte en el tercer intento, logré agarrar la soga de nuevo, y la tipa pasó por detrás de la camioneta haciendo que el lazo quedara apretado debajo de la rueda y por fin conseguí dominarla.
Después hubo que voltearla, preparar todo y sacar un lindo ternero negro. Pero eso fue un trámite.
Cuando nos despedimos en la tranquera, ya el viento y la lluvia castigaban con rigor, pero me volví contento a casa. Un lindo trabajito.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Tiempos raros

“Andamos en tiempos raros. Cuando todo hacía pensar que serían meses bravos, de desasosiego, de batallas dialécticas y no tan dialécticas con algún garrote de por medio, cuando creíamos que se venía la mayor pegatina y cagatina de carteles y propagandas, cuando las turbulencias de siempre nos azotarían por las nalgas y los bolsillos, cuando aventuramos que por fin se venían los cambios y se arreglarían muchas cosas, hemos llegado a estos tiempos raros.
Hay algo extraño en todo. Se vive como con sordina. Solo hay una propaganda constante y machacona que parece haber adormecido ciencias y conciencias. Es como si todo fluyera hacia un solo lado. Que no hay equivalencias. Está casi todo comprado y sometido y lo que todavía no lo está, recibe amenazas y presiones constantes.
Y así los disgustados ya no sienten tanto mal sabor, y los indignados hasta no hace mucho, ahora son dignos tolerantes, y los rebeldes que osaban cuestionar, ahora se subieron despacio en sus canoas y se pusieron a remar corriente abajo.
Tal vez estos períodos hayan pasado varias veces y en muchos otros lugares, pero yo nunca los viví y por eso desconfío de que sean buenos. En un país de haraganes, traidores, corruptos, mentirosos y ladrones a todo nivel, siempre se vive en medio de conflictos. Necesariamente. Y por esta quietud, y por no saber en que terminan estas cosas, es que me asaltan negros presentimientos. Ojalá que no se cumplan.”
Y entonces, viendo que se venía la lluvia, el mercader marroquí de larga y blanca barba dejó de hablar y guardó las telas en su valija. Su acompañante juntó las sillas plásticas y las apiló contra la pared. Vestían largas túnicas y sandalias gastadas. Caminaron juntos hasta el hamman y se dispusieron a tomar un baño. Anochecía en Rabat.
Las historias son circulares y paren historias iguales en cualquier tiempo y cualquier lugar.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El tranco de Ramón

Se vino caminando raro el hombre. Era un tranco atravesado. Descangallado.
Al principio creí que canchereaba, pero ya noté que había algo mas, porque revoleaba las patas de un modo impresionante. En un paso casi ni apoyaba los talones y al siguiente se inclinaba para adelante. Y después era al revés. Se echaba para atrás y caminaba con las cuerdas.
Bien raro ese andar. Eso sí. En cuanto subió a caballo se transformó. Montó en un gateado overo que era una pintura, y se fue a encerrar el último lote de vaquillonas.
-¡Que lo tiró!- Me dijo Maidana –El pobre Ramón no puede ni caminar-
-¿Por?- Le contesté
-Los callos plantares lo tienen mal hace como un año-
Y entonces entendí todo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Al trote para el campo



Hoy estuve en el Laboratorio para dejar unas muestras y me encontré con dos colegas hablando de cosas de la profesión. El tema era la falta de trabajo para los nuevos vetes. Opinaban sin vueltas que está todo muy complicado, que es casi imposible insertarse en el mercado, que los estudiantes salen mal preparados, que a los chicos les falta enjundia, y un montón de cosas más.
¿Y saben qué? Cuando les dije que sobra el trabajo, que hay muchos lugares donde ejercer la profesión a pleno, que ojalá hubiera más clínicos, mas tipos dedicados a los caballos, al tambo, a las cabañas, a la cirugía y a las tareas en grandes animales, se me quedaron mirando.
Claro. Para esto hay que salir de las lindas y cómodas ciudades. Dejar de contar el radio de acción en las cuadras que separan una veterinaria de pequeños en la esquina de un colegio, de un pet shop frente a la plaza. Veo colegas empequeñecidos hablando de diferenciarse para ganar a los dueños de perros y gatos. Y así se meten en caminos tan sinuosos como creer que es necesario el Papanicolau en una perra Dogo, o una tomografía computada para un Caniche accidentado.
Hay que animarse, dejar que los que disfrutan de las ciudades allí se queden, y salir a comerse los pueblos y los campos. La Veterinaria espera más gente por estos lugares.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Lo toman con calma

La vida y la muerte van de la mano.
En mis clases de Neurofisiología conté muchas veces cómo reaccionan los bovinos frente al rifle sanitario, un recurso inventado por los humanos para liquidar el mayor número posible de vacas con aftosa.
Cuando se detecta un brote de la enfermedad, se concentran los animales en un corral mientras enormes topadoras hacen un pozo en el que puedan caber todos los enfermos. Después, los cientos de bestias son arreados por una rampa lateral hasta el hoyo final y desde los bordes del cráter, los tiradores comienzan a balearlas. Cuando todos, o casi todos los animales parecen muertos, las mismas topadoras les dan piadosa sepultura a ellos y al virus maldito.
Lo curioso, al menos para nuestro entendimiento, es que mientras se usaron rifles que provocaban gran estruendo, los animales se excitaban enormemente durante la matanza pero, al reemplazarlos por armas silenciosas, los pobres veían a sus amigos caer a su lado, pero permanecían en calma.
Pareciera que desconocen la muerte, o que les es indiferente. Y esta actitud es una constante en la naturaleza.
Los únicos distintos somos los humanos. O muchos de nosotros. Nos gusta tanto la vida y tenemos tantas preguntas sin respuestas ciertas sobre la muerte, que tratamos de postergar indefinidamente este saltito que inevitablemente daremos de una forma u otra. Mientras tanto nos aferramos a cuanto bastón o pasamanos tenemos disponible. Desde la fe inconmovible del religioso, hasta el desafío constante a la parca del escalador libre, que se trepa a las montañas confiando solo en la fuerza de sus dedos.
Humanos.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Historia de amor

Está excedida la Beatriz. Yo calculo, acostumbrado a sopesar los novillos con la vista, que debe pasar los 100 kilos.
Es que Beatriz Almirón es aficionada por demás a los dulces y a las tortas fritas, así que todas las tardes amasa los manjares, se prende a las confituras, y se baja casi un litro de leche para acompañar.
Eso sí, además de rellenita es servicial, alegre y bailarina incansable. Hasta no hace mucho, en cada baile en el Club estaba ella. Pero se ve que el machaje no se le animaba, porque la pobre se pasaba la noche charlando con alguna amiga vinagreta, o con la tía vieja a la que ya no le dan las piernas ni para caminar.
Pero como siempre hay un roto para un descosido, la suerte de la gauchita cambió hace casi un año.
Ese día cayó al baile el flaco Legarreta. Consumido como un cigarro y más delgado que un alambre, pero con ganas de tener novia. Pidió un Gancia en la cantina y empezó a carpetear el ambiente hasta que la vio. Ella estaba con un vestido rojo bien escotado ¡Como para no verla! Además se había hecho un rodete tratando de que los pelos no empañaran la inmensidad de sus pechos. Dicen que el flaco apuró el Gancia, dijo no se sabe que boludez y arrancó derechito para la mesa de la Beatriz.
Ella lo vio venir decidido y supo que sería el hombre de su vida. En el primer abrazo en la pista, el flaco se perdió en aquel cuerpo fabuloso y nunca más se encontró solo.
Hoy el flaco y la Beatriz están esperando un bebé. Y se los ve felices, aunque el embarazo le debe haber agregado otros 30 kilos a la novia.

martes, 13 de septiembre de 2011

Buscando


No es que conozca todo el mundo por haberlo recorrido, pero a la enorme cantidad de lugares que pisé en tantos años, le agrego un montón de documentales, películas y libros que me transportaron cómodamente a otros miles de rincones.
Y casi nada se compara con los caminitos que recorro cada mañana al salir al campo en San Manuel. Hay lomas, sierras, piedras gastadas, plantas desafiantes y un aire livianito que acaricia los pulmones en cada respirada.
Ni hablar si uno para la camioneta un rato y se queda escuchando el concierto de pájaros recién empilchados después del emplume. Otra que los Wachiturros.
Hace poco volví de otro viajecito y vi lugares únicos. Mágicos. Pero tampoco ahora encontré un sitio donde este todo junto como en el mío.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El sucio

Tipo mugriento era el Pacha Gimenez. Porque una cosa es vivir en las peores condiciones y no tener recursos ni posibilidad de andar medianamente aseadito, y otra es no calentarse por ser amigo del agua y el jabón.
Su casa en el campo “La Muesca” era un muestrario de huesos y pedazos de cuero desparramados en el frente. Después de cada comida abría la puerta y tiraba todo ahí nomás a dos pasos. Suerte que la manada de perros emprolijaba el terreno llevándose lo poco que servía para comer, y las ovejas le mantenían las pajas cortaditas como para poder caminar. No abría nunca las ventanas porque ya las celosías se habían desarmado, así que adentro, solamente se manejaba a candil o a farol de kerosene. Yo entré solamente una o dos veces, y tuve el gusto de conocer al montón de lauchas que vivían sobre la mesada.
Lo peor de todo era aguantarle los olores. Era todo jediondo. Su boca, sus sobacos y sus partes escondidas manaban aromas asquerosos. Pero tal vez lo peor eran sus patas. Porque ya decirles pies sería un homenaje. Como tenía las uñas tan largas, las alpargatas se le rompían en las puntas y los dedos negros se le escapaban desparramandose sobre el suelo. Encima el Pacha tenía la costumbre de sentarse en las tablas de la manga a cada rato, cruzar la pierna y escarbarse con la mano entre los recovecos del pie. Y de ahí sacaba algunos bollos de tierra humedecida con sudor, que se quedaba amasando un rato largo, tal vez para que el olor se le pegara más.
Me decían que muchos años atrás anduvo con ganas de tener mujer y se presentó en un baile de carnaval para ver si pescaba algo. Se había lavado apenas la cara y peinado algunos pelos sobre la frente. Se puso las botas que escondían la negra mercadería, y las mejores pilchas de ocasión. Cuando se arrimó a la cantina y pidió una ginebra, los parroquianos se fueron alejando discretamente. Solo el chueco Albarracín, ya mamado, y seguro que con poco olfato, le dio conversación. Como a las diez de la noche, la ginebra hizo efecto y el Pacha se la encaró a la negra Pardales, que sabiendo que el tipo era dueño de un campito, pensó que el resto no era demasiado importante. Y salieron a bailar. Y en cada vuelta de aquella milonga machaza, la negra sentía que se iba descomponiendo sin remedio. El Pacha había levantado los brazos para rodearla, y como estaba nervioso, empezó a jeder peor que un zorrino. Hasta que la pobre negra ya no aguantó más, se fue corriendo a vomitar en el terreno al lado del club, y después se escapó para su casa, donde quedó en cama dos días.
Y el Pacha se dio cuenta que tendría que seguir su vida solo.

viernes, 26 de agosto de 2011

Los calzones de Celina

Nos fuimos bien temprano al campo que los Paretto alquilan en Ayacucho. Teníamos que hacer tacto y sangrado a un montón de vacas, así que nos preparamos para tener un día fuerte de trabajo. Hacía frío, pero lo más molesto era el viento inclemente, que en un lugar sin lomas ni sierras como la Cuenca del Salado, parece que golpeara mas.
A mediodía nos arrimamos a almorzar a la casa de Atilio Gomez, el encargado. Nos esperaba el calorcito de la cocina a leña y la larga mesa tendida. Unos galletones frescos al lado de los platos enlozados, y en el medio, la botella de Amargo serrano y la jarra con agua.
-¿Toma vino dotor?- Preguntó Atilio
-¡Y bueno! ¡Lo probamos!- Contesté. Contento de poder tomarme un vasito de tinto
Una vez que nos lavamos y acomodamos, Alcira trajo la fuente grandota llena de tallarines y la asadera con el pollo estofado.
-¡Metalé patrón!- Apuró Alcira -¡No deje que se enfríe!-
Todos se sirvieron unas buenas porciones. Estaban los dos hermanos Paretto, Juan y yo, Atilio y la mujer, Martín el hijo mozo, y la hija de los Gomez, una muchacha de unos 15 años, que tenía una gran peladura sobre la cara.
-¿Qué te pasó Celina?- Pregunté. Calculando que sería alguna caída de un potro, o algo así, ya que la piba es una india bárbara. Todos se miraron y de golpe largaron la risa, mientras la muchachita se ponía violeta de verguenza.
-¿Sabe que pasó dotor?- Dijo la madre. Que la muy salvaje anda siempre hecha una mascarita. Ni los calzones se cose. Y ahí estuvo la macana. El domingo salió toda deschacada a cargar agua en la bomba que esta afuera., pero en cuanto llenó la palangana, apareció la camioneta del gavilán del vecino que la anda rondando-
-¡Pero mamá!- Atinó a protestar Celina, mientras el hermano se reía sin parar.
-Y en el apuro por esconderse- Siguió la madre -La muy pavota salió corriendo para la casa con la palangana, se le cayo la bombacha hasta los talones, se pialó, y dio de cabeza en el suelo con el culo al aire. Diga que el vecino cuando vio el accidente hizo como que seguía hasta el galpón, que de no, la cosa hubiera sido peor-
-¡Y sí!- Dijo el viejo Paretto, que por ser viejo, estaba habilitado a decirlo –Siempre conviene tener los calzones bien arreglados-

domingo, 21 de agosto de 2011

Del campo a la ciudad

Estos últimos tres días se nos vino una ola de frío polar, adicionada con lloviznas heladas y coronada con nievecitas y vientos terroríficos. Hay barro, agua por todos lados, los guachos en sus estacas están arrolladitos tratando de guardar algún calor y desaparecieron por fin los mosquitos, las moscas y todos los bichos de sangre fría.
Pero ayer anduvimos parteando una vaquillona, hablamos con otro que estaba racionando con los mocos hasta la pera, vimos un amigo que terminaba de pelar sus toros de venta, con los ojos en compota por los pelos negros que le incrustó el inclemente viento sur, mientras el boyero desfilaba con sus vacas hasta el tambo, con pasamontañas en la cabeza, pero calado hasta los huesos por la lluvia.
La vida en el campo es un poco más natural que la de la ciudad. Convivimos con el clima de cualquier tipo ¿Será por eso que tanta gente elige irse a vivir a las ciudades donde la cosa es mucho mas confortable?

jueves, 18 de agosto de 2011

La chancha overa

A la chancha overa se le complicó el parto. Fuimos a mediodía y la pobre estaba en un quejido. Además, como era primeriza, también estaba muy asustada. La revisé bien, y como no se había encajado ningún lechon, le apliqué oxitocina para ver que pasaba. A las cinco de la tarde me avisaron que seguía igual así que decidí hacer la cesárea. Hacía un frío de película y soplaba inclemente Don viento sur.

La pobre conversaba sin parar, pero del miedo que sentía. Le dí anestesia local y le hice una bonita incisión en el flanco.


Mientras el dueño sostenía las sogas y le aplicaba el botín derecho en el cuello para calmarla, le fuí sacando las siete criaturas que tenía en el interior. La madrecita los miraba apenas salían y les decía alguna cosita a la pasada.



Después hubo que hacer una elegante sutura, de tal forma que en el futuro no la vayan a discriminar


Y por fin la largamos en el chiquero. Se paró, fué a tomar agua, agradeció vivamente nuestro trabajo y se recostó con sus chicos.










viernes, 12 de agosto de 2011

La bruja Amelia

Terminamos la vacunada como a las once de la mañana y nos juntamos en la matera enorme mientras se terminaba de asar el cordero. Don Pedro Mansilla era el viejito cocinero que siempre tenía algo para contar, pero ni me imaginaba que ese día se largaría con la historia de la bruja Amelia.
Arranco diciendo: -Hace como cuarenta años entré a trabajar en la estancia “Las Margaritas” de Pereira. Yo era un tipo pintón y las chicas no me faltaban. En cuanto tuvimos la primera conversación con los otros muchachos, me dijeron que me cuidara de la bruja Amelia, que en ese entonces era la cocinera en el chalet de los patrones. Y a los tres días la conocí cuando fui a llevar la carne para el asado de fin de año. Era la mujer más fea que pudiera existir. Tenía la cara negra como la noche y tapada de granos con pus, unos bigotes como rastrillo con pelos blancos y negros, la boca casi vacía de dientes, con un olor más fulero que la basura podrida, la espalda torcida para el lado de montar y los dedos como varilla de eléctrico llenos de verrugas infectadas. La verdad que me asusté, pero ella ya me había echado el ojo. Porque la vieja asquerosa, además era loca por los jovencitos, y mas si eran de a caballo como yo. Pero para que la atendieran los hombres, la bandida les hacía alguna comida, porque eso sí, cocinaba barbaramente, y le agregaba no se que ingredientes y polvos, que les hacía perder la cabeza a los tipos, y olvidarse de su olor a orines y de sus pedos terroríficos-
Todos nosotros estábamos escuchando la historia mientras nos pasábamos el mate en silencio. Solo se oía el ruido del fuego y el chirrido de la grasa del cordero goteando en el piso de tierra.
-¿Y que pasó Pedro? ¿Al final la jineteó a la vieja?- Lo animó Benitez mientras todos le hacíamos coro con las risas.
-¡Ustedes riansé nomás! Dijo Don Pedro medio ofendido -¡Pero aquella vieja se me vino al humo al día siguiente! Yo me había acostado a dormir la siesta y me golpeó la puerta de la pieza. Cuando abrí, sentí enseguida los vapores de sus encías jediondas, y medio riéndose, me dio una fuente con pasteles y me dijo que a la tardecita iba a volver a ver si me habían gustado. En cuanto me fui a lavar y a preparar el mate, el cuzco me robó uno y se lo comió de un tirón. Al ratito el pobre estaba enamorado de la escoba y se sacudía como loco, y como yo no soy ningún lerdo, enseguida me di cuenta de lo que estaba pasando. Así que para no tener problemas con la bruja podrida, cargué todas las pilchas, ensillé mi caballo, a la pasada le tiré los pasteles a las chanchas de cría, y me fui corriendo a avisarle a Benitez que me iba del campo, porque me habían ofrecido unos potros para domar en otro lado.
Cuando agarré el bulevar de eucaliptos para salir, alcancé a ver el chiquero, donde las chanchas alzadas se montaban sin parar, y a la vieja maldita, medio en pelotas, haciéndome señas en el corredor de la casa de los peones. Me salvé por un pelito-
Mientras cortábamos el cordero y comíamos con ganas, me quedé pensando en las cosas que son capaces de hacer las mujeres, y sobre todo si son medio brujas.

jueves, 11 de agosto de 2011

Mundo hormiguero

El hormiguero estaba ordenado.
Por años, las trabajadoras negras patudas, se esmeraron en construirlo con los mejores materiales. Los hijos de aquellas fundadoras pusieron mas esfuerzo todavía en cuidarlo y mejorarlo.
Pero el hormiguero se llenó de hormigas, y montones de ellas ya no tuvieron nada bueno para hacer. Y algunas mataron el tiempo dedicándose a cantar las bondades del lugar y otras cosas divertidas. Pero ya no producían. No juntaban comida ni construían.
Los nuevos pichones, desocupados, se lo pasaban al cuete, pensando macanas, y viendo cuantas cosas buenas había y que ellos no tenían. Entonces creyeron que lo único que les quedaba era romper todo y recomenzar la historia.
El mundo. Nuestro hormiguero.

sábado, 6 de agosto de 2011

¡Es lo mesmo Roberto!

Las condiciones de vida en el campo no siempre son las mejores, pero los que andamos en estas cosas, lo sabemos y lo aceptamos como viene. Por eso ni Benicio Legarreta, ni sus compañeros, se quejaban de tener que ir hasta la letrina para hacer sus necesidades. Eso sí, en invierno, con las heladas machazas que se caían, a la noche se arreglaban descargando sus interiores en una lata que dejaban a los pies de la cama.
Y llegó el día que hicieron un buen cordero para festejar el cumpleaños de Benicio. Regaron la cena con generoso vino tinto del bueno. Noche de invierno. Y los amigos y compañeros a las risas como hasta las doce, entre copas, guitarra, y partidos de truco. Se acostaron bien adobados.
Ni se acuerdan a que hora fue que Benicio se despertó con ganas de descargar las aguas. Se enderezó trabajosamente, y camino hasta el lugar donde ponían la lata. Sacó el instrumental y empezó a regar tranquilamente sin abrir los ojos.
La macana fue que el chorro cayó directamente en la otra cama, a los pies de Roberto, que al darse cuenta de lo que pasaba, gritó en la oscuridad…
-¡Que hacen ché! ¡Me están meando las patas!-
Entonces Benicio, sobresaltado con el grito, y todavía mamado, dicen que le contestó: -¡Es lo mesmo Roberto! ¡Todavía que te lavo los pieces te quejas!-

jueves, 4 de agosto de 2011

Cosas buenas




Además de las sierras, tenemos un montón de arroyos por la zona. Y los arroyos con buena cantidad de bagres, dientudos y sardinas, así que cuando toca algún trabajo en un campo donde haya un lugarcito de pesca, y si ando con tiempo, cargo la caña, el frasco con las lombrices, la radio a pilas y el equipo de mate, y le dedico las últimas horas de la tarde a disfrutar de la cosa.
Mientras hay sol es entretenido sacar dientudos. Son muy agresivos y batalladores, así que se prenden al anzuelo con ganas y dan lindas peleas a pesar del poco cuerpo. Y al atardecer, mientras las gallaretas y los patos se pasean de punta a punta en el arroyo, y las nutrias y carpinchos van volviendo para sus casas, empiezan a salir los bagres que estaban quietitos en los pozos más profundos.
En dos horitas, uno se vuelve con unas cuantas presas que terminarán en budín, al horno, o de la manera que el cocinero disponga.

lunes, 1 de agosto de 2011

Parteros improvisados

Ya hemos hablado en estos lugares de lo linda que es la obstetricia. Acomodar patas, manos y cabeza de terneros o potrillos, torcidos y atrancados en la panza de sus madres es apasionante, porque no hay jamás dos partos iguales. Cada uno tiene sus particularidades. Y allá va el veterinario con su experiencia de centenares de nacimientos, en las condiciones que la naturaleza disponga.
Y muchas veces, los que van son también los que cuidan las haciendas, que poniendo la mejor voluntad, tratan de ayudar a las parturientas en sus cosas.
En estos días me tocó terminar de sacar dos terneros algo averiados. Al primero, nacido de una vaquillona Holando Argentino, el dueño le había atado el cuello con una soguita porque era lo único que asomaba al mundo, y como le pareció más práctico, tiró de la correa con el tractor hasta que le arrancó la cabeza. De todas maneras, y para consuelo de los lectores, el ternero llevaba por lo menos tres días de muerto, y por eso no se lo pudo sacar por vías naturales. Terminamos en una cesárea.
El otro era un ternerito bien chico, pero que al intentar escaparse del útero de la mamá, dejó una mano doblada hacia atrás. En este caso, los propietarios, dos hombrones grandotes, tiraron con una soga de la única mano que asomaba, hasta quebrarla en varias partes. Cuando llegamos con Juan, lo sacamos bastante fácil, pero ya estaba el tipo con su huesito partido.
Cosas de la obstetricia.

viernes, 29 de julio de 2011

Revisando mis planes

Hace poco me puse a revisar mi plan de trabajar en el campo hasta los 100 años después de una conversación con Telesforo Caballero. Parece que pasando cierta edad, el cuerpo humano empieza a fallar bastante y conviene tener una actividad algo más reposada.
Don Telesforo es cabañero. Hace años que cría Angus negro y vende muy buenos toros, pero es un obsesivo del trabajo. Todo lo quiere hace él mismo y anda hasta en los menores detalles. El dato sorprendente es que con sus 83 años, sigue trabajando con sus animales como a los 50.
Ese día habíamos terminado de capar unos ternerones que descartó de la cabaña por distintas causas, y nos sentamos en las tablas de la manga, a tomar el infaltable mate cocido que lleva siempre en un termo.
Empezamos hablando del tiempo y los barros de los últimos días y entonces el pluma, su ayudante, se rió y le dijo: -¡Cuentelé lo que le pasó anteayer Telesforo!-
-¡Uh!- Dijo el hombre -¿Vio el camino que va al piquete del fondo? ¡Bueno! ¡Me encajé!-
-¿Con la camioneta?- Le pregunté. Mientras pensaba que el asunto no tenía nada de especial.
-¡No! ¡A pie!-
-¿Cómo que a pie?-
-¡Sí! Me metí en el pantano para apartar dos toros que estaban peleando, y las botas de goma me hicieron sopapa en el fondo y quedé pegado-
-¡Capaz!- Dije con asombro
-¡Sí! No podía moverme ni sacar las botas, y encima, el pluma estaba lejos, así que me quedé quietito y esperé que llegara. Tardó como media hora y yo ahí parado-…
Mientras contaba se mataba de risa. Y agregó:
-Cuando llegó el pluma me preguntó que quería que hiciera, así que le dije que me alcance la punta del lazo y una vez que lo agarré, me tiró con el caballo de la orilla y me sacó. Por suerte no pasó nada-
Y el pluma, lagrimeando de alegría por el cuento dijo: -¿Qué no pasó nada? Lo arrastré de lomo por el barro como veinte metros y después tuve que entrar a sacarle las botas del pantano ¡Y bueno! Yo le digo que se deje de joder y no se meta con los toros pero insiste. Cualquier día lo van a pasar por arriba.
Entonces fue que me puse a pensar en lo que sería yo trabajando en la manga en un corral lleno de barro a los 90 años.

domingo, 24 de julio de 2011

Un paisano moderno

Teófilo Ramos se crió cerca de Claraz, en el campo de Legarreta. Es un muchachón fuerte y curtido, que supo subir en las jineteadas y alguna vez agarró un premio montando con la grupa. Hace cosa de un año cayo en nuestra zona, contratado por una firma grande, como encargado de hacienda de uno de los campos.
Es conversador y activo. Tiene todo muy ordenadito y prolijo, y en época de partos se levanta a cualquier hora para atender una vaquillona primeriza.
Se viste bien campero, desde las botas, o las alpargatas en verano, hasta la gorra de vasco recostada sobre la oreja izquierda y el infaltable pañuelo colorado. Dicen que en los bailes de la zona no deja títere con cabeza. Se ha hecho querer con las muchachitas.
Por eso me llamó tanto la atención, la que se mandó hace unos días.
Fui temprano a revisar los toros de servicio. Había una helada terrible. En la manga me esperaban el mayordomo Don Félix, Teófilo, y otros dos mensuales, calentando las manos en un fuego grande. Todos saludaron cuando me acerqué, pero imprevistamente, el gaucho Teófilo, me agarró la mano, me dio un tirón ¡Y me encajó un beso!
Sabrán ustedes que semejantes cosas todavía no han llegado al campo. Yo no dije nada pero me quedé pensando en el asunto, mientras preparaba los raspadores de bronce para buscar las Tricomonas.
Al ratito se me acercó Don Félix, aprovechando que los otros habían subido a caballo para meter los toros al corral, y me preguntó divertido que me parecía lo de Teofilo.
-¿Desde cuando este muchacho anda a los besos?- Le pregunté
-¡Le atacó hace un tiempito!- Dijo Don Félix –Una novia lo convenció de que eso es moderno, y ahora anda diciendo que se va a poner un arito y a pintarse un tatuaje en la espalda-
-¡A la pelota! ¡Se está mellando la tradición!- Le contesté. Y nos pusimos a lidiar con las bestias.

sábado, 23 de julio de 2011

El equilibrio

Los seres vivos, incluyendo a los humanos, vienen equipados con todo lo necesario.
Aunque la afirmación suena simple, encierra cosas verdaderamente increíbles.
Los fabulosos procesos de reparación hacen que se puedan reconstruir casi todos los tejidos. Que suelden huesos, que cierren heridas, que se recompongan los nervios o que se recuperen funciones dañadas.
Los delicados pero increíblemente complejos sistemas de defensa, permiten destruir virus, bacterias y otros elementos extraños que ingresan al organismo.
Los mecanismos de desintoxicación permiten eliminar toxinas y agentes perjudiciales, limpiando los cuerpos de agresores.
Todo esto contribuye a la homeostasis, también llamada equilibrio vital.
Las agresiones del ambiente y todo lo que altera ese estado, hace que los organismos se pongan en juego para volver al modo que les permita seguir funcionando. Y la tarea de los médicos de animales y de humanos, es solo empujar un poquito la balanza para que el resto lo haga el cuerpo solo.
El arte de la cosa consiste en lograr recuperar a los individuos que están tan alterados que ya no pueden acomodarse sin ayuda. Sería como el ejército que llegaba a todo galope, y tocando el clarín, a rescatar a los colonos atacados por los indios, cuyas fuerzas no alcanzaban para superar el trance.
Y había fiesta en eso. Todos los chicos pateábamos el piso de madera en el cine y aplaudíamos contentos.

miércoles, 20 de julio de 2011

Una pobre mamá

Me llamaron para atender un parto en una vaquillona. Pintaba para rutina. La tenían encerrada en el corral, así que pronto la atamos en un poste para derribarla y hacer el trabajo. En ese momento tuve alguna alarma. En principio no se veía nada del ternero asomando por la vulva, aunque esto a veces se dá por algunas malas posturas del feto, pero había también una extraña deformación sobre el flanco izquierdo.

Hice un tacto vaginal y noté un confuso enredo de membranas, y solo allá lejos, alguna parte dura del ternero. La pobre se dió vuelta cuando la revisaba y me dijo en voz baja, que hacía dos días que estaba muy dolorida, después de una "explosión" en su panza. Yo no le contesté para que los presentes no creyeran que la locura me avanza, pero le guiñe un ojo tranquilizandola.


Decidí hacer una cesárea y al incidir la piel y la pared abdominal, me encontré con la criatura fuera del útero nadando entre las asas intestinales. Le pedí a un ayudante que sacara fotos del asunto y oí la voz de la madre que me decía en voz baja: -¿Vió dotor? ¿Que le dije?-



Apenas retiré el ternero, apareció el útero desgarrado por donde el pequeño se había escapado hacia el abdomen -¡Pobre!- Pensé -¿Como se le habrá desgarrado? ¡Esa será la explosión que sintió!- De todas maneras la tranquilicé diciendole que todo iba bien, mientras explicaba a los espectadores lo que era este caso de feto extrauterino.

Apenas terminé la operación, la mamá se levantó y trató de reanimar a su cría pero ya el ternerito había partido en el último viaje -¡Que lastima dotor!- Me dijo la vaquillona -¡El pobre ni siquiera alcanzó a ver el sol! ¡Con lo lindo que se vive en este campo!-
Y no supe que decirle. Ojalá que el año próximo vuelva a parir.











viernes, 15 de julio de 2011

La voluntad

Hay que cuidarse mucho de las cosas que uno dice frente a los chicos, porque hay sentencias y conclusiones que quedan grabadas para siempre.
Una vez me explicó mi viejo que la voluntad es casi un músculo, y que tenemos que fortalecerlo como tal. Una voluntad fuerte nos hace indomables.
Con esa idea metida en la cabeza, siempre he tratado de inventar ejercicios de voluntad. Por eso, a lo mejor una vez por año, me hago un buen ayuno. Empiezo con una cena normal un lunes, bien piolón, con algún tinto como de costumbre, y después le pego a mate y agua hasta la mañana del miércoles. Esos martes son fatales. El hambre golpéa en las tripas, sobre todo si el trabajo es fuerte, pero hay que dominarlo. Y cuando pasa la prueba, queda una buena sensación de haber podido lograrlo. Uno se siente capaz de poner fuerza en las cosas que quiere.
Algo parecido sucede en las carreras de larga duración que a veces encaro sobre mis zapatillas. Como no soy un atleta, y por mis tiempos no alcanzo a entrenar todo lo que debiera, en algunas me ha pasado que en la mitad de la cosa, se me cruza por la cabeza el pensar que corno estoy haciendo ahí. Las ganas de parar son grandes, pero hay que lograr ese poquito de convencimiento, y la alegría de llegar compensa todo lo demás.
Son pequeñas pruebas de fuerza de voluntad que sirven, y mucho, para la vida.
Mi viejo ni se habrá imaginado lo que hacía con esa charla chiquita.

lunes, 11 de julio de 2011

La bosta de las vacas



Ayer estaba escuchando un médico por televisión, que hablaba de uno de los tantos temas con que bombardean a la gente cotidianamente.
Nos cuentan lo peligrosas que son las radiaciones de los teléfonos celulares, capaces de quemarnos los testículos, nos ponen alerta frente a las comidas que no deben ingerirse antes de una noche romántica, son severos aconsejando análisis y estudios muy modernos que nos aseguren que estamos bien aunque nos sintamos bien, nos explican cómo prevenir los dolores articulares, y tantas otras cosas.
Este de ayer disertaba sobre la temida Escherichia coli, diciendo, poco menos, que comer verduras crudas es una temeridad y que hay que lavarlas no sé cuantas veces con agua y lavandina, escurrirlas de tal manera, secarlas así y asá, porque los campesinos desaprensivos suelen dejar que entren vacas a sus huertas y defequen sobre las lechugas.
Yo pensaba: ¿Este hablará en serio? Porque si bien es cierto que la oral es una forma de contagio, esta gente no tiene en cuenta la enorme capacidad de defensa de nuestro organismo, que nos permite sobrevivir en un medio completamente lleno de bacterias. Y muchas patógenas. Entre ellas la Escherichia coli. Es verdad que la higiene es muy importante, pero no deberían llenar de miedos innecesarios a las personas, que ya bastante tienen con aguantar a los políticos y otras yerbas.
Y mientras escuchaba atento y me comía las uñas de la mano derecha, de pronto me di cuenta que tenía un pequeño resto de bosta en una de ellas, producto del tacto a unas vacas que hice temprano.
Así que si mañana no aparezco por estos lugares es porque las Escherichias me hicieron pelota.

sábado, 9 de julio de 2011

Benitez y Facundo

9 de julio.
Me tocó quedarme en San Manuel, así que aproveché el feriado para hacer análisis, lavar ropa y ordenar cosas. A mediodía la radio me dio la noticia. Asesinaron a Facundo Cabral en Guatemala.
Medio confundido me fui hasta la cocina a renovar el mate, tratando de asimilar la idea.
Ustedes ya saben que Benitez siempre está ahí con ganas de conversar y pareciera que el tipo me adivina.
-¿Qué te pasa Jorge? ¡Tenés peor cara que cuando te agarró la culebrilla!-
-¿Oíste lo que dijo la radio?- Le pregunté
-¡Como voy a oír si te la llevás a la oficina y me dejás acá de clavo!
-¡Se murió Facundo Cabral! ¡Lo mataron en Guatemala!-
-¡Pobre hombre! ¿No? Pero no te enojes. No tengo ni idea de quién era-
-¡Otra que pobre hombre! Se mandó la última gran jugada de su vida. Facundo fue un espíritu libre porque nunca se inclinó ante nadie. Solo ante Dios. Y un cuerpo más que libre, porque se dedicó a vagar por el mundo entero desde sus primeros años. Ni casa quiso tener. Todo lo suyo iba en una valijita junto a la guitarra. Y en su cabeza en forma de poesía. Una vida de novela que no pudo tener mejor final-
-¿Te parece? ¿No estás exagerando?-
-¡Para nada! Tuvo una muerte de película. Asesinado a balazos en un país lejano, por terroristas asquerosos, después de otra noche increíble de idilio con el público. Antes de despedirse, cuentan que repitió: ¡Y después veremos lo que pasa! ¡Dios sabe lo que hace!-
-¡Que lo parió! Dijo Benitez ¿Entonces estás contento o triste?-
-¡Estoy contento y triste Benitez!-

viernes, 8 de julio de 2011

Se siente en el cuerpo

Nuestro tiempo es apenas un suspiro en la historia de la humanidad. Aunque nos esforcemos, nuestro paso quedará borrado para siempre. Tal vez el de Borges o el de Disney perduren algunos años más, pero también serán suspiros.
Y en esta escala enorme, donde ya ha habido períodos de glaciaciones que casi terminan con la gente en el mundo, caída de meteoritos capaces de acabar con los dinosaurios, y otros cataclismos semejantes, no sería imposible que pase lo que pronóstico un estudioso japonés. Según el tipo, las erupciones y terremotos que vienen sucediendo en términos de meses entre unos y otros, son un período de reacomodamiento general del planeta con consecuencias imprevisibles. Los tsunamis, terremotos y temblores no son hechos aislados.
Cuando leí esto pensé en la capacidad de los animales de anticiparse a los fenómenos naturales. Los caballos se revuelcan de lomo algunas horas antes de las lluvias y las hormigas trabajan febrilmente hasta que se larga el chaparrón y ellas pueden descansar las piernas bien calentitas en sus hormigueros.
¿Y no tendremos esa capacidad los humanos? Todos estos movimientos sociales en Egipto, Medio Oriente, Europa y muchos lugares de América ¿No serán el anticipo de los grandes desastres que se vienen?
¡Mamma mía! Hubiera dicho mi abuelita Bianca ¡Que día tenemos hoy!

martes, 5 de julio de 2011

Benitez y los ladrones

Ahí está el tipo en medio de la mateada




Ayer Benitez estaba raro. Lo encontré sentado en el palito. Como deprimido. Lo saqué de la jaula, aunque sé que a él no le gusta mucho y lo puse sobre la mesa de la cocina. Ya me ha dicho que le da miedo la libertad. Que prefiere la seguridad de su casita. No sé si es porque se crió así, o por el tremendo susto que le pegó el gato del Chavo, mi vecino, la vez que dio por tierra con jaula y canario.
-¿Qué te pasa hermano?- Le pregunté -¿No te sentís bien? ¿Será el granito? Dejame que te revise, por ahí con un antibiótico te ponés bien.-
-¡Ma que antibiótico!- Contestó medio insolente -¿No te enteraste?-
-¡No! ¿De qué?- Pregunté extrañado.
-De la forma en que robó la plata un tipo de ese gobierno de ustedes, prometiendo que iba a construir casas populares-
-¿Y eso te pone tan tristón?-
-¡Mas vale! Esa plata era de todos ¿No?-
-¡Y si!- Le dije
-¡Bueno! Si esa plata estaba destinada a hacer miles de casas, que vienen a ser como nuestro nidos, donde iban a vivir miles de chicos, que serían como nuestro pollitos…¡Hay que ser hijo de remil…!-
-¡Pará Benitez! A ver si te escuchan-
-¿Y que me importa? Hay que ser muy jodido para dejar sin nido a tantos pollitos solo para comprarse cosas lujosas que cuando se muera no se va a poder llevar ¡Ustedes los humanos son terribles!-
-¡Tenés razón de nuevo Benitez!-

lunes, 4 de julio de 2011

¡Por fin una!

Varias veces les he contado sobre lo bueno que es nuestro trabajo.
Y también les he contado de las cosas que me han salido mal, y que sirven para equilibrar al clínico, que en un momento siente que es bastante bueno en lo que hace.
Pero las ganadas son lindas y gratificantes.
El viernes pasado me llamaron para atender un potro Pura Sangre de Carrera de tres años, casi cuatro.
El pobre estaba caído en el suelo y me miraba con angustia, tratando de enderezarse. El chico que lo estaba amansando me contó que el problema había empezado casi un año antes, con alguna dificultad para mover una mano al caminar, cosa que después le pasó a ambas patas. Tuvo períodos de remisión de los signos y otros de recrudecimiento. Alternando esto con momentos de ataxia o incoordinación.
Lo revisamos con Juan con todo detalle, tomando datos y datos. Además cargamos algunas muestras de sangre y materia fecal. Y mientras yo pensaba tratando de armar el rompecabezas.
Cuando terminamos nuestro trabajo, le adelante al dueño que en mi opinión, el animal tenía un problema compresivo en la médula espinal, a nivel cervical, y que tal vez hubiera un tumor o un hematoma progresivo.
Cuando llegamos a la vete, nos tiramos de cabeza en los libros hasta encontrar un padecimiento que encaja en todo con lo que habíamos visto nosotros. Es el MEC o Mielopatía estenótica cervical.
Redondear un caso de esta forma es tan gratificante como lo debe ser para Messi hacer un gol picándola por arriba del arquero.
¡Cada loco con su tema!

martes, 28 de junio de 2011

Hijos cariñosos

Los hermanos Castillo son muy salvajes. Y así fueron desde chicos.
Cuando faltó su madre porque se fue con un gavilán a vivir a Mar del Plata, se pusieron más rebeldes todavía. Son cuatro varones y una mujer.
Buenos jinetes, trabajadores, tomadores de vino de cualquier color, grandes comedores de asado y tremendos pialadores.
El viejo Benicio les enseñó a manejar el lazo apenas supieron caminar en dos patas, y dicen que se los veía trotar todo el día por el patio del rancho, cerca de Licenciado Matienzo, enlazando gallinas, perros, y ovejas.
Lo bravo fue cuando empezaron con el chiste de pialar al padre.
Armaban una calle los cuatro varones. Dos le tiraban de volcado y los otros dos de revés.
El pobre Benicio, ya viejito, rezongaba todo lo que podía, pero estos animales le pegaban en las piernas para animarlo, hasta que por fin la víctima se paraba en una punta, abajo del sauce, y se largaba con un trotecito miedoso, mientras los bestias revoleaban y lo chumbaban.
Y no erraban tiro. Así que casi todos los días el viejo aparecía con un raspón o un corte nuevo.
La fiesta se les terminó la vez que Benicio, al dar por tierra, pegó con la cabeza en una tosca y quedó desmayado. Pero desmayado de tal forma, que al rato llegaron a la Sala de Primeros Auxilios los cuatro grandulones, llorando a moco tendido, con el padre en brazos. Creían que estaba muerto.
Por suerte Benicio se murió de viejo como diez años después. Pero ya no lo volvieron a pialar.

sábado, 25 de junio de 2011

Días de lluvia

Llueve sobre el campo y uno va. Solo y en silencio.
Con el agobio y la melancolía de todo buen varón. Las pérdidas y los recuerdos subidos a los hombros. Pesados. Densos. Tristones.
Todo húmedo y frío. Llueve en azul y con mansedumbre. Lejos del ruido y las voces, las cosas son reales. Uno se encuentra con uno y no hay vueltas.
Un día así es un espejo que nos devuelve nuestra imagen. Y allí estamos descarnados. Para vernos mejor.
Y al final no sabemos si son las nubes llorosas las que nos desaniman, o es el ánimo golpeado el que nos pone como esas nubes.

martes, 21 de junio de 2011

Lo salvó la bufanda

Hace un tiempo fuimos hasta un establecimiento cerca de Rauch, para hacer el tacto a un lote de vacas que una clienta había llevado a capitalizar.
A mediodía, el dueño del campo, un hombre muy humilde y trabajador, nos invitó a comer un guiso con carne de capón, y a tomar un buen vino tinto. Afuera hacía un frío bárbaro, así que después de una mañana a la intemperie, entrar en esa casa calentita y con el aroma del guiso, fue llegar al paraíso.
Eramos seis personas a la mesa. La patrona iba y venía por la cocina, atenta a que todos estuvieran bien servidos. Cuando quedamos pipones con el potaje, sacó un enorme pedazo de queso y otro de dulce de batata, y nos ofreció el postre tradicional.
Durante el almuerzo, yo había estado mirando una enorme cicatriz que lucía en el cuello el dueño de casa, un hombre de unos 75 años, muy flaco y demacrado, con lentes gruesos y de apellido Heredia. Capaz que animado por el tinto, le pregunté con que se había hecho semejante herida.
-¡Fue esta!- dijo Heredia. Señalando con la pera a su mujer.
Ella bajó la vista ante la sorpresa de todos nosotros, y salió al patio con la excusa de juntar leña para la cocina.
El viejo se rió con tristeza –Cada vez que sale el tema, se escapa porque le da vergüenza. Resulta que es borrachaza y el año pasado se le había dado por matarme-
-¡Capaz!- Dije yo con sorpresa
-¡Sí! Me quería matar porque un sobrino le dijo que si yo faltaba, él le compraba todo el campito al contado, y que iba a vivir rica hasta la vejez…¡Y la infeliz le creyó! Así que una noche que volví del pueblo, la encontré muy en pedo y con la mesa tendida para cenar. Había preparado una sopa con cabello de ángel como a mí me gusta. Como vi que tenía la lengua dura ni le hablé. Me senté nomás a comer. Hacía mucho frío, entonces me dejé puesta esa bufanda que dejé ahí colgada de recuerdo.
De pronto se me vino de atrás, me agarró de los pelos, me afirmó la cuchilla de la cocina en el cogote y me la enterró. Yo salté por la sorpresa y un chorro de sangre cayó en el plato de la sopa así que la estúpida, creyendo que ya me había matado, salió corriendo y le metió hasta el campo del vecino.
Les contó que seguramente me habían matado para robarme y que ella me había encontrado en medio de un charco de sangre. Ahí nomás llamaron a los milicos y se aparecieron en banda por acá, pero me encontraron todo lavadito y con el pescuezo bien vendado para parar el derrame. La bufanda había atajado el cuchillo y solamente me rayó el cuero.
Y aquella, del pedo y los nervios que tenía al verme vivo, se cayó redondita con un ataque y la tuvimos que internar en Rauch como diez días.
Nos quedamos todos en silencio.
De pronto mi compañero preguntó lo que todos estábamos pensando: -¿Y todavía viven juntos? ¿Solos acá en el medio del campo?-
-¿Y por qué no?- Dijo Heredia –Malo sería que me quiera degollar de nuevo- Y se rió.


lunes, 20 de junio de 2011

No se dió cuenta

Del flaco Galetti podría decírse que es distraído como mínimo, y caído del catre si se quiere exagerar.
Es un tipo raro. Divertido, enérgico, trabajador, pero con varias luces apagadas.
La familia tiene un campito entre San Manuel y Tandil. Hace unos años, el padre compró una camioneta nueva en Balcarce y le encargó al hijo que fuera a retirarla.
El flaco invitó al pata Reboredo, su amigo de toda la vida. Cargaron el equipo de mate y se tomaron el Pampa hasta la ciudad serrana. Allí el flaco firmó unos cuantos papeles, retiró el plástico de los asientos de la camioneta, y lleno de emoción, se acomodó atrás del volante para hacer el primer viaje en la hermosa máquina. En cuanto salieron de la ciudad, el pata preparó el mate, y ahí se venían los dos amigos a las risas, hasta que al pata se le dio por ponderar el hermoso llavero que les habían regalado en la agencia.
En esos tiempos, se podía sacar la llave de un vehículo gasolero en marcha, sin problemas. Todo seguía funcionando. Así que el flaco, sacó del tambor la llave con el llavero, y se lo pasó al pata para que lo viera.
Lo que no sabía el flaco era que al sacar la llave, el volante quedaba trabado.
Se dio cuenta de pronto, porque el redondo quedó fijo, y su camioneta, que vendría a 70 km, ya por la calle de tierra que pasa por La Numancia, siguió derechito por la cuneta, saltó una barranca, chocó el alambrado quebrando un poste y algunas varillas, y se paró como 100 metros adentro de un lote de maíz. Me contaban que los daños en el tren delantero y el frente del vehículo fueron tremendos.
Cuando por fin todo quedó en silencio, el flaco dijo: -¡Casi nos matamos pata!- Y el pata, mas blanco que un papel, y lleno de la yerba volcada del mate, que aún sostenía en la mano, le contestó enojado: -¡Casi me matás vos, flaco! ¿Sos estúpido o que te pasa?-
Y ahí nomás se disgustaron para siempre.

domingo, 19 de junio de 2011

Don Fulvio Spinelli

Fulvio Spinelli fue un hombre poderoso y un veterinario único.
Desde su mirada fuerte hasta su voz profunda. Lo que de él recuerdo, es a través del cristal de mi niñez o mi primera adolescencia, porque se fue cuando yo tenía 15 años y mis hermanos mucho menos.
Hablaba muy claro porque pensaba claro. Transmitía sus ideas con brillantez. A veces con un dibujo de trazo firme aclaraba cosas oscuras. Estaba inundado de proyectos. Su Centro de Inseminación Artificial, la importación de una máquina para fabricar nitrógeno líquido, la idea de comprar el Girocopter, un pequeño helicóptero en el que poder ir a los campos más cercanos y montones de cosas más.
Trabajaba sin descanso. Desparramaba energía. Creaba sin parar. Fue pionero en muchas cosas de nuestra profesión, sobre todo en el área de reproducción bovina, recién creciendo allá por los años ´60.
Muchas veces he pensado en las cosas que hubiéramos logrado, si mi hermano Guille y yo, hubiéramos tenido tiempo de llegar a crecer y trabajar con él.
De todas maneras nunca dejó de acompañarnos. Fue el tutor justo para que los cuatro arbolitos de sus hijos salieran derechos y con buenas ramas.
Y además nos llenó de abrazos y nos dejó tomar mate en la cama grande, junto con mamá, los domingos a la mañana.
¡Gracias viejo!

sábado, 18 de junio de 2011

¡Una chambonada!






Parece cuento pero es cierto que las cosas se aprenden a los golpes.
A uno pueden avisarle que hacer tal maniobra es peligroso porque el caballo patea, pero hasta que la patada no nos dobla con un golpe tremendo, no lo tomamos demasiado en cuenta, o nos pueden decir: ¡Guarda con esto! o ¡Cuidado con aquello! y será por naturaleza nomás, que no lo entendemos hasta que nos pasa.
Ese día tenía que revisar la oreja de un novillo flaco, porque hacía rato que le supuraba. Con Velázquez, un chileno amigo que se estará acordando de este cuento por allá arriba, lo atamos contra un palo. Una vez que estuvo quieto, él lo empujo contra el alambre y yo me acerqué despacio para tratar de explorar su oreja negra y peluda. El animal había quedado como agazapado, y con el hocico casi tocaba el suelo cuando yo me arrimé.
Es sabido que el cabezazo de un vacuno puede matar un tipo, porque tienen el hueso frontal especialmente duro y fabricado para pelear, pero yo, confiado, me agaché despacio y agarrándole la oreja, hice fuerza para que levantara la cabeza.
¡Y la levantó nomás! Pero en el movimiento inesperado me dio de lleno en la cara. Ni sé cuantos metros volé, ni cuantas estrellas brillantes se me aparecieron en lo negro de la vista. De lo único que me acuerdo, es que me levanté como un resorte porque ¡Seré chambón pero también orgulloso!
Velázquez me miraba preocupado, pero le dije que apenas me había raspado y seguí el trabajo como si tal cosa, atajando la sangre que me salía por las narices.
Al otro día tenía la cara como un bofe, pero estaba contento porque había aprendido una nueva.

viernes, 17 de junio de 2011

Pulperías 2011

Hace unos días estuve sentado muy temprano en una Estación de Servicio cerca de Tandil, esperando que llegara un cliente para ir a ver una yegua averiada.
Pensaba que estos son los modernos boliches de campo.
En 100 años los caballos de varios pelajes atados en el frente de alguna pulpería, fueron reemplazados por lujosos autos y camionetas; los campitos de tierra barrida con alguna planta que protegía del viento y el sol, cambiaron por playas de cemento con paredones de hormigón (eso sí, algunos muy coquetos tienen bonitos dibujos y propagandas); los paisanos rústicos y duros, ahora son comisionistas en ventas de hacienda, veterinarios o agrónomos de paso al campo, contratistas cerrando jugosas operaciones, o viajantes de comercio esperando que abran los negocios; la caña fuerte y la ginebra, ahora son un café con leche con medialunas, o una “lágrima” y un bizcocho para los que están a dieta; la charla con el dueño del boliche, o con ocasionales viajeros, se reemplazó por las novedades calientes de un noticiero en el plasma gigantesco, o la concentración en la notebook, gracias al WiFi ahora disponible.
Y mientras esto pensaba, tres perros flacos desgarraban unos huesos sin piedad. Seguramente hace 100 años otros perros habrán hecho lo mismo.
Se ve que la “persona humana”, como decía el amigo Reboredo, es la única que puede hacer semejantes cambios. Y si en un siglo pasó lo que pasó, quien sabe como estaremos en el próximo.

jueves, 16 de junio de 2011

Mi cruz de bronce

A los pies de mi cama hay una biblioteca bien colmada. En uno de los parantes de madera tenía colgada una cruz de bronce desde años atrás.
El Domingo de Ramos de 2007, mi hija fue a misa y se trajo unas ramitas de olivo. Una parte se la llevó a su casa y puso un puñado detrás de mi cruz.
El sábado siguiente, plena Semana Santa, me acosté temprano. Estaba solo en casa. Leí un rato como siempre, apagué la luz y me dormí como un potro.
En mitad de la noche, en el silencio de las noches de San Manuel, que solo corta el ladrido de algún perro rezongón, me desperté sobresaltado por un estrépito repentino. Fue un ruido muy fuerte y no podía darme cuenta de donde había venido. Prendí la luz y al principio no vi nada raro, pero en cuanto me incorporé, descubrí mi cruz de bronce caída en el suelo.
Enseguida miré la hora. Eran las 00.02 hs del Domingo de Pascua de Resurrección y mi Jesucito en la cruz se había movido solo.
Estas cosas me impresionan mucho, porque creo que hay algo, mas allá de nuestros límites, así que como mi cruz se había movido sola, decidí llevarla conmigo permanentemente. Me acompañó más de dos años hasta que un día fui a atender un caballo cerca de Bolivar y me dejó.
Simplemente fue así. Nunca me di cuenta en que momento ya no la tuve. Esa mañana la toqué en el bolsillo chiquito del pantalón al vestirme, y a la noche ya no estaba. Llamé al dueño del caballo por si la veía en el corral donde trabajamos, pero nada mas se supo.
Seguro que estará ayudando a alguno que lo precisa más que yo.

miércoles, 8 de junio de 2011

Sinforoso Benavidez

Sinforoso Benavidez era santiagueño y agrandado.
Lo conocí al poco tiempo de empezar a trabajar en San Manuel, cuando me tocó ir a hacer una necropsia a la estancia donde él estaba.
De entrada nomás, y viendo que yo era nuevito, me empezó a conversar sobre enfermedades de las vacas. Cada cosa que tocaba en el cadáver, el me la describía mientras fumaba un cigarrito, afirmado en el alambrado, y con el taco de la bota enganchado en el segundo hilo.
En un rato hizo cesáreas, pialó potros, me enseñó a poner frutales, a rellenar una bebida y un montón de cosas más ¡Realmente un tipo insoportable!
Y desde esa vez no lo tragué, así que cada vez que iba al campo trataba de esquivarlo. Pero llegó el día fatal.
Me llamó el encargado por un parto y allá fui con Esteban, mi ayudante. La vaquillona estaba encerrada en un corral y mientras me cambiaba, casi de la nada, apareció… ¡Sinforoso!
-¡No puede ser!- Pensé -¡Este santiagueño agrandado!-
Me metí en el corral con el lazo en la mano y en cuanto empecé a revolear, dijo Sinforoso:
-¡Dele mas argolla dotor! ¡Así no la va a agarrar!-
Por suerte la tomé limpita en el primer tiro y la ate al palo sin contestarle. Esteban me guiñó un ojo y yo me puse a hacer la manea para voltearla, pero Sinforoso siguió con el concierto: -¡Mire el enredo de sogas que va a hacer! ¡Yo conozco una manea para voltearlas casi sin hacer fuerza!- Siguió un silencio largo.
La vaquillona se inclinó un poco y cayó de lado, sin que yo tuviera que hacer mucho trabajo. Mi ayudante ahora largó una risa con picardía.
Y se vino el parto. El ternero tenía la cabeza torcida así que pronto se la acomodé y me dispuse a tirar para sacarlo, pero Santiago querido largó su último pronóstico: -¡Ese ternero no sale! ¡Va a tener que hacerle la cesárea! ¿No ve el cacho de manos que tiene?-
Y como cosa de mandinga, en cuanto tensamos un poquito la cuerda, el ternero salió sin dificultad.
Sinforoso pegó la vuelta calladito, y ya se iba todo humillado, pero no pude aguantar más y le grité: ¡Che Sinforoso! ¡Ya que sabés tanto! ¿Porqué no me hacés un pronóstico para el Boca y River del domingo? Y ahí todos largaron la carcajada contenida.
Santo remedio. Desde ese día nunca más me jodió con sus charlas.

martes, 7 de junio de 2011

El frío y el mosquito

Hace un frío bárbaro. Me vine hasta la veterinaria pisando una helada que da miedo. Apenas prendí la luz de la cocina lo vi estacionado en la pared, sobre la mesada. Un mosquito gordo.
-¿Cómo puede ser que con estos climas ande un mosquito tan piolón?- Pensé, mientras ponía la pava a calentar para los primeros mates de la mañana.
Y entonces me di cuenta. El tipo debió quedar duro por la caída del termómetro, sin poder volar hasta su cueva. Lo miré más de cerca y era eso. El pobre apenas alcanzaba a revolear el ojo negro. Estaba engarrotado de frío y seguro que le dolían todas las coyunturas ¡Que porque sean chiquitas sus patas, no serán chiquitos sus dolores!
En cuanto la cocina se empezó a calentar con el fuego, le volvieron los colores. Movió un poco las alas ¡Como probando! Y al ratito despegó con un zumbido, dio una vuelta sobre mi cabeza, agradecido, y se fue para su casa.
Yo terminé de preparar el mate y me acomodé en mi oficinita.

sábado, 4 de junio de 2011

El petiso roano

Ayer murió un actor de San Manuel.
Nos acompañó cada vez que hicimos el Pesebre Viviente, o al lado de El Zorro para alegría de los más chicos.
Era bueno. Petiso y roano. Un caballito fiel.
Estuvo enfermo una semana y no me alcanzaron remedios ni artes para salvarlo. Pero fue increíble lo que hizo antes de irse. Un rato antes, el dueño lo había estado acariciando y conversando. Estaba parado al lado de la bebida. Después la gente se fue para sus cosas y el pobre petiso se metió en el cerco de la casa, empujó la puerta y entró en la cocina. De ahí caminó hasta una de las piezas, pasó por el comedor y por fin recorrió el pasillo hasta el fondo y se cayó al lado de la puerta de atrás de la casa. Todo esto lo fueron descubriendo al ver sus pisadas.
Lo encontraron vivo todavía. En cuanto le hablaron, pegó un bufido suave y se murió.
Me decía el hombre que el animal jamás había entrado a la casa, pero que allí vivió muchos años el viejo vasco Leguizamón, del que fue muy compañero, y que tal vez el mismo vasco fue el que lo acompaño en esa última recorrida.

jueves, 2 de junio de 2011

Cosas



En el campo, el gasto de nafta de un auto se calcula en viajes a la escuela, o idas y vuelta al pueblo. Así, el consumo se clasifica en tres categorías: Gasta cualquier cantidad, no gasta tanto y no gasta nada.
Ayer pensaba que no me enfermo porque no tengo tiempo.
Un correntino amigo dice que al frío o al calor: “No hay que darle pelota dotor” ¡No es mala idea!
El mate y el churrasco, después de una mañana de trabajo en la manga, hechos a las apuradas con un buen fueguito calentón, son mucho mejores que otros cualquiera.
Que buenos olores son los de la tierra reseca, de la bosta de vaca o de caballo, del agua de un tanque o de un arroyo y de las bolsas de semilla en un galpón.
Uno se acostumbra tanto a saludar cuando se cruza con otro en el pueblo, que muchas veces hace el mismo gesto en la ciudad y se le quedan mirando sin entender.
Los perros de un puestero casi nunca se enferman. Solamente los pican las víboras, los muerden las nutrias o los patean los caballos.
Desde el caballo se ve mucho mejor el campo. Que lastima que ahora usen camionetas o motos para recorrer.
Ojalá la gente fuera tan previsible como un caballo o una vaca, que cuando son jodidos no disimulan.
Que buenos son los peludos y mulitas al horno, los huevos de pato y gallareta juntados en la laguna, las perdices en un guiso con arroz y las vizcachas en escabeche.

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...