domingo, 29 de abril de 2012

Fuera de programa


Ayer sábado amaneció gris y lluvioso. Después de una semana muy intensa de trabajo en el campo, solo tenía programada la castración de una perra Border Collie. De todas maneras me levanté muy temprano y me puse al día con fichas e informes. Como a las ocho y media llegó la paciente y nos pusimos con Juan a operar tranquilamente. No habíamos terminado de suturar cuando me llaman de un campo cerca de La Numancia para atender una yegua. La pobre tuvo una luxación de la rótula derecha así que le hicimos las primeras curaciones y nos volvimos para San Manuel. En el camino nos avisaron que había muerto un novillo de feed lot cerca de Licenciado Matienzo. Y allá fuimos por la necropsia. Llegamos de vuelta cerca de mediodía y apenas terminamos de almorzar, nos trajeron una perra galgo con un filoso hueso de pollo atrancado en su garganta. Y se lo sacamos.

El día seguía muy feo. Además muy frío. Pensé que la actividad semanal por fin estaba terminada y me despedí de Juan y su familia que se iban a Tandil. Preparé el mate y me senté a escribir, pero al rato nomás llegó un cliente con una perra con vómitos y diarrea. Mientras la atendía saboreaba la posibilidad de que fuera la última tarea, pero cuando estaba dando una de las inyecciones, oí el ruido de una camioneta que paraba frente a la veterinaria. Era un muchachón con una oveja parturienta, así que tuve que asistir el nacimiento y después ayudar al dueño a enjuagar la caja del vehículo que había quedado llena de sangre y restos de placenta.

Y por fin llegó el descanso que esperaba, ya anocheciendo, mientras el lavarropas hacía su trabajo sobre las ropas de los últimos días. 

sábado, 28 de abril de 2012

Boca brava


Cuando Benito Pujol abre la boca se ven clarito los pedazos de dientes marrones que le quedan, la lengua con una costra amarillenta, tal vez porque vive a mate y papa, y entre los labios resecos y partidos, se le escapa un olor a resumidero escandaloso.
Será por eso que cuando viene a la veterinaria y se acoda a conversar en el mostrador todos hacemos un prudente paso atrás para lograr una distancia prudencial.
Cuando entró a trabajar con Norberto Alonso, el bueno de Don Beto, le aconsejó que, además del examen físico pre ocupacional, se hiciera una reparación del comedor. Y allá fue Benito al dentista por primera vez en su vida.
La salita del pueblo estaba llena de gente, pero como por milagro, cuando Benito dijo ¡Buenos días!, se abrió un gran espacio en el banco largo de la sala de espera y el candidato se sentó tranquilamente a matar el tiempo hasta que el muelero lo llamó.
-¡Cómo anda Benito!- Saludo canchero el dentista. Pero cuando el paciente abrió la boca y le devolvió la atención, el profesional supo que sería un caso bravo. Se puso el barbijo, previamente rociado con un poco de colonia, y se dispuso a intervenir.
Pero la boca de Benito era como un pozo ciego. En esos años le quedarían unos ocho dientes y seis o siete muelas. Pero en pedazos malolientes y podridos. Como sería de fea la situación que el tipo casi ni se atrevió a meterle siquiera un instrumental. Entonces, poniendo cara de gravedad, el matasanos le dijo: -¡Vea Benito! Acá hay que hacer un trabajo con un elemento especial que yo no tengo, así que mejor es que saque un turno en Tandil y se vaya para allá así lo atienden bien. Yo no puedo hacer nada-
Y aunque Benito le pidió que hiciera lo que pudiera, no hubo caso. Lo mando de vuelta a casa sin tocar.
-¡Que va`cer Don Norberto!- Dijo Benito cuando volvió -Se ve que el pobre dentista esta medio pobrón de herramientas y no me pudo hacer nada. En cualquier momento voy a Tandil. No se preocupe-
Pero no fue nunca más. Y ya pasaron seis años.

jueves, 19 de abril de 2012

Un momento especial




Hubo un momento especial en esta dura y linda semana de trabajo. El martes tuve que revisar un lote de 400 vacas y vaquillonas. El día estaba justo para andar en el campo. Un buen sol, casi nada de viento y poco calor.
Yo ya estaba transpirando fuerte como siempre y de pronto miré alrededor. Mi hijo Juan, ya recibido de veterinario, trabajando a la par mía, Lorenzo, de seis años ayudando en la tranca y Margarita, la más chica, por primera vez conmigo en una manga.
Un momento especial. Yo me entiendo.

lunes, 16 de abril de 2012

¡Arreglá la manga!

Uno de los temas de preocupación del veterinario de grandes animales es el estado de las mangas donde trabaja. Para el que no conoce, la manga es como un pasillo de tablas donde desfilan los animales para ser vacunados, marcados y tantas otras tareas. Ese pasillo tiene un montón de accesorios, como trancas para cerrar los distintos sectores, una casilla de operaciones adelante con varias puertas para acceder al animal, un cepo para inmovilizarlo y algunas otras cosas. Finalmente, alrededor de la manga hay una cantidad variable de corrales, donde se pueden encerrar varios lotes de hacienda y apartar o clasificar.
Ocurre que las mangas son inversiones relativamente importantes que se hacen una vez, y en muchos casos, no se vuelven a arreglar o reemplazar hasta que literalmente se caen a pedazos. Entonces es común que los alambrados de los corrales estén con las varillas rotas, los palos flojos y los hilos cortados, haciendo que se escapen algunos pacientes con enorme pérdida de tiempo para todos los que trabajan. O las trancas y puertas están flojas o rotas y el veterinario tiene que atender no solo el trabajo del tacto que está haciendo, sino también andar con el ojo largo previendo el salto olímpico de una vaca que pueda aterrizar sobre su lomo. O el cepo no agarra bien y entonces las señoritas se vuelven en el momento de la revisación apretando al operador contra una tranca. O directamente no hay puertas y entonces debemos trabajar dentro de la manga entrando los animales con un palito y de a uno, haciendo grandes avances en nuestro estado físico.
Muchos de los accidentes que he tenido en tantos años se deben a estas cosas.
Y anteayer me volvió a pasar.
Entró a la manga una vaquillona chiquita para revisar. La bandida estaba furioso y daba saltos a lo loco hasta que la puerta del costado delantero derecho de la manga, que no cerraba bien, se abrió de golpe y el culo del animal salió para el costado rozando el parante de madera ¡Con mi brazo adentro! La verdad es que no sé cómo no me quebró un hueso. El útil se me arqueó y laceró hasta que pude sacarlo recién cuando la vaquillona estuvo afuera. Como es natural, una vez que noté que no estaba quebrado, me cambié el guante y seguí haciendo tacto, aprovechando que el cuerpo estaba caliente.
A la noche me dolió bastante pero ya estoy bien.
Y todo por culpa de las mangas en mal estado.

jueves, 12 de abril de 2012

Temporada de tactos

No sé de aquel lado. Pero de este, se extraña el estar en contacto más seguido. Sucede que estamos en plena temporada de tactos y no sobra mucho tiempo para escribir. Es la época de revisar vacas y vaquillonas para ver como se han hecho las cosas durante el año previo, en los rodeos de vacas de cría. Sería algo así como el momento de la cosecha para los agricultores. Solo el rinde nos dará idea de cómo se ha trabajado antes.
Eso pasa con las vacas.
Este 2012, en nuestra zona, las cosas vienen bien. Hubo buenos pastos durante la temporada de servicios, que es cuando las vacas, con sus crías al pie, deben reiniciar sus ciclos sexuales, aceptar el cortejo y la monta de algún toro guapetón y quedar preñadas. La nutrición influye enormemente en esto. También debe ajustarse la sanidad para descartar enfermedades venéreas o abortivas y por fin, hacer un correcto manejo del rodeo para tener la cantidad exacta de toros en el lote, con lo que se evitarán peleas, celos y rencores entre ellos.
La época de tactos dura unos 60 días y en nuestro caso revisamos más de 10.000 hembras de todas las edades. Este no es un número extraordinario. Quienes se dedican solo a esto pueden llegar a revisar más de 30.000 por temporada. De todas maneras, son días de intenso trabajo físico, varios golpes y magullones, y el placer de llegar a la noche a casa, darse un buen baño y tomar un vinito antes de ir a la cama y dormir como un potro hasta las cinco de la mañana del día siguiente.

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...