viernes, 26 de diciembre de 2014

Dos de Garavelli

José Garavelli fue un vecino muy conocido de San Manuel. Hijo de inmigrantes italianos, hablaba un cocoliche muy gracioso, lleno de palabras mezcladas del español y el italiano de sus padres. Trabajó mucho en la bolsa, en épocas en que la producción de granos se movía en carretas hasta el pueblo, y después se trasladaba en tren hasta el puerto de Quequén.
Garavelli, además, era pituquito y mujeriego. Una de sus hazañas más recordadas fue con la Porota, una enfermera muy vistosa de Tandil, que trabajó varios meses en la Sala de Primeros Auxilios. El tipo aseguraba que tenía un romance con la chica y que ella moría por él. Una tardecita de verano, estaba la barra de amigos tomando fresco en la vereda del club Atlético. Allí estaba Garavelli, enredado en charlas y cuentos. De pronto la vieron venir muy oronda a la Porota. Cuando pasó al lado del grupo de hombres que la descuartizaban con la mirada, Garavelli se adelantó galantemente y le dijo:
-¡Porotita! ¿Nos vemos esta noche?-
La morocha se dio vuelta y sin dudarlo le contesto:
-¡Garavelli! ¡Por que no te vas a la rep… madre que te recontrapa…!-
Todos quedaron pasmados con el maltrato de la linda, hasta que Garavelli, tipo canchero, dijo:
-¡Como disimula la chiquita! ¿Vieron?-

Ya de grande, y medio maltrecho por los trabajos brutos, Garavelli consiguió un laburito bien liviano. Todas las mañanas esperaba el colectivo en la estación de servicio, y se encargaba de llevar dos maestras que venían desde Lobería, hasta la escuelita de La Bodega. El viaje lo hacía en una jardinera, tirada por un caballito blanco muy trotador. Un día, ya casi llegando a la calle donde doblaban para recorrer los últimos mil metros hasta la escuela, Garavelli vio que en el campo de los Almaraz, el padrillo estaba en trámite de servir a una yegua. Toda la función estaba por suceder al lado del alambrado, así que el cochero se entusiasmó con el excitante espectáculo. Y tanto se entusiasmó, que en lugar de doblar donde tenía que doblar, siguió de largo. Entonces, una de las maestras le pegó el grito:
-¡Le erró Garavelli!
Y el pobre hombre, aturdido por la bestial escena de sexo, se dio vuelta y dijo:
-¡Que le va a errar señorita, si se lo mandó hasta el tronco!-

  

domingo, 14 de diciembre de 2014

Ausencia con motivos


Operando la rótula de un caballo


Con dos de los residentes


Un grupo de artistas antes de salir a escena. Puros nervios

Hace mucho tiempo que no escribo y tal vez los seguidores de este blog estén pensando que mis días han quedado en calma y ya nada digno de comentario sucede en ellos. Pero no. Al contrario. Los dos últimos meses han sido de puro vértigo. En realidad todo este año.
El trabajo profesional demanda la mayoría de las horas. Ahí andamos entre vacas, caballos, ovejas, cerdos y perros, curando, suturando heridas, operando montones de cosas y ayudándolos a reproducirse. Hemos hecho mucho con Juan, pero también nos han acompañado diez residentes. Algunos de la Facultad de La Plata, otros de la Escuela veterinaria de Nantes en Francia y dos escoceses de los que ya les conté en otras entradas.
En estas últimas semanas hice varias cosas de mi antiguo oficio de carpintero. Arreglé muebles, hice ventanas y ahora andamos junto con los chicos en la construcción de una balsa para ir a pescar a las lagunas.
También estoy en un proyecto familiar en un campito algo alejado de San Manuel pero que me ha hecho viajar bastante. Para el año próximo tal vez podamos tener las primeras vacas. Veremos si todo va bien.
Este año me tocó colaborar con la Revista Visión Rural, de INTA Balcarce, en una sección que llamamos Rincón Ganadero. Idear, escribir, corregir e ilustrar los artículos me demanda bastante tiempo.
Como de costumbre, en estos últimos meses tuvimos bastante actividad teatral. Volvimos a dar “La herencia de los Pérez”, con la novedad de que uno de los actores no pudo trabajar y entonces, además de dirigir, tuve que actuar. La semana pasada dimos “El mago y la bella” con los egresados de 5° año del colegio. Es el 14° año que hacemos estos trabajos y realmente salen obras muy divertidas. Todavía nos queda, para el viernes 19, presentar la obra “Año nuevo, vida nueva” con gente de la Escuela 27, donde también tendré que dirigir y actuar.
Lo mejor de todo fue la vida familiar, con mis siete hijos, nueve nietos, madre, hermanos y sobrinos, que hacen que se repitan las reuniones, fiestas, egresos y mil cosas más.

Por esto, y otras muchas cosas que me han tocado en estos tiempos, es que me alejé un poco de estas páginas. Lo bueno es que hay un montón de cosas nuevas para contar así que aquí estaré. Como dice el slogan de Cronica TV… ¡Firme junto al pueblo! 

martes, 28 de octubre de 2014

Un prolapso de útero




-¡Rápido doctor!- Rogó la vaquillona negra -¡No le puedo explicar lo feo que es caminar con todo el útero colgando hasta los garrones!-
-¿Pero te duele mucho Negra?- Pregunté intrigado
-¡La verdad que no! Lo único que siento es eso pesado que me golpea las patas-
-Por las dudas no te muevas mucho. La semana pasada tuve que ver una vaquita que se desesperó y terminó arrancándose el órgano a patadas-
-¿Y la pudieron salvar?-
-¡No! Se desangró muy rápido. Ahora está en el freezer de los González lista para ser consumida en un asado-
-¡Pobre!- Dijo la Negra. Y se quedó pensando. Tal vez en su destino.
Le apliqué algo de anestesia epidural, después una droga que ayuda a relajar el útero, lo reintroduje bien lavado y por fin, completé con una buena sutura vulvar y los antibióticos necesarios.
Allá se fue la buena Negra aliviada de sus padecimientos y agradecida con la atención. 

lunes, 27 de octubre de 2014

Empacho por confituras

El último domingo, a la mañana bien temprano, me llamó Marcelo para ver si podía ir hasta su casa. Tenía una oveja con problemas. Cargué los instrumentos, levanté a Lorenzo y Margarita, y salimos. Marcelo vive en una quinta en las afueras del pueblo. Tiene seis ovejas y un carnero. El asunto es que Lanita, una de las damas, justo la guacha que criaron los chicos con mamadera, estaba enferma desde el día anterior.
Empecé la revisación mientras charlábamos de varios temas. Lanita, medio embotada, ni siquiera se movía. Pronto encontré algunos signos clásicos de la sobrecarga ruminal. Distensión del órgano, diarrea maloliente y manifestaciones de cólico abdominal.
-¡Che Marcelo!- Pregunté -¿Esta oveja no habrá comido grano? ¿No habrá abierto la bolsa de soja por algún lado? Tiene todas las señales de un empacho-
-¡Entonces está clarito!- Dijo Marcelo -¿Estos animales se empachan con masas?-
-¿Cómo con masas?- Dije intrigado
-¡Sí! Lo que pasa es que el panadero Fernández siempre me trae productos que le sobran. Algunas masas están buenas y las comemos nosotros, pero otras se las doy a los chanchos. Ayer a la mañana, Lanita se metió en el galpón y me comió algunas cositas-
-¿Pero cuantas cositas se comió?-
-¡Y! ¡Mirá! Se comió cuatro docenas de facturas. La mayoría tortas negras y otras con crema pastelera. También dos tortas de 80 golpes…-
-¿Las tortas que se hacen con levadura?- Pregunté, para completar la anamnesis.
-¡Si! ¡Esas! Y también se pasó una pastafrola grande con dulce de membrillo ¿Te parece que podrá ser eso?-
-¡Yo diría que si! Le contesté demostrando mi agudeza. Le hice un buen tratamiento, y por suerte, esta mañana el tipo me llamó muy contento, para avisarme que Lanita estaba mejor.
Un caso novedoso de empacho en una oveja, por consumo de confituras variadas.


    

jueves, 28 de agosto de 2014

William


Los tambos grandes son lugar de paso de mucha gente. Sobre todo los que dependen del tambero, que generalmente trabaja a porcentaje y se encarga de contratar su propio personal. La rutina allí es tremendamente dura y desgastante. Se arranca a las dos o tres de la mañana con el primer ordeñe y a las tres de la tarde con el segundo. Se duerme mal, se camina siempre entre el barro, el agua, la bosta y la humedad. Los días de helada son matadores y se hace mucha fuerza. Es lógico que la mayoría no aguante ese trote por mucho tiempo. Entonces van pasando distintos personajes. Muchos nacionales y otros importados. Sobre todo de Paraguay.

Ayer nos tocó asistir un parto, y como pasa siempre, llegaron los chicos a curiosear. Allí estaba William Cardozo. Mientras hicimos todas las maniobras para preparar la vaca, el muchachito hablaba y hablaba. Inquieto como una ardilla. Nos contó que su familia venía de Santa Fe, que tiene seis años y una sola novia, cosa que hizo que los compañeros se rieran. Los demás afirmaron tener más de una. Dijo que si queríamos nos ayudaba porque tenía mucha fuerza y mil cosas más. Cuando llegó el momento de sacar el ternero, dejamos que los tres chicos se agarraran de la última parte de la larga soga para colaborar. Por fin salió la criatura y nuestros ayudantes se llenaron de emoción, pero William, por primera vez, se quedó callado mirando como la parturienta se comía la placenta.  

miércoles, 27 de agosto de 2014

Un gato atorado



-¡No se doctor! Hace una semana que no quiere comer. Está todo débil y triste. Las nenas no paran de llorar porque piensan que se va a morir-
-¿Y porque no vinieron antes?- Pregunté haciendo gala de mi viveza
-Lo que pasa es que mi marido es anti-médico. Dice que los médicos y los veterinarios son lo mismo y que ninguno sabe nada-
Nos miramos con Juan sin saber si reírnos o llorar.
-¡Permítame que lo revisemos señora!-
Tomé suavemente el animalito y nos metimos en el laboratorio. Al palpar se le notaba algo raro en la garganta. Le dimos un sedante porque estaba un poco loco y en cuanto abrimos la boca, apareció un huesito bien instalado en la faringe, que pudimos sacar sin mucho trabajo.
Pusimos a la víctima en una caja y al hueso en un frasquito.
-¡Listo señora! Mire cual era el problema- Dije, mientras le daba el frasco con el hallazgo -¡Llévelo para que lo vea su marido! Eso sí, me dijo el gatito que les avise que le han hecho pasar una semana fatal y que en cuanto esté mejor va a pensar si sigue viviendo con ustedes-
-¿En serio?- Chillaron las nenas -¿Viste mamá? ¡Es culpa de papá y tuya también!-
-¡No se pongan mal chicas!- Dije contento con el efecto de mi broma y venganza –Capaz que lo dijo solo porque estaba enojado ¡Ustedes cuídenlo mucho y van a ver que no se va!-




martes, 26 de agosto de 2014

Extraño accidente

Estos días de llovizna se prestan para los accidentes.
Anteayer Juan Navarro, un vecino de San Manuel, viajó a Tandil para hacer algunos mandados. Mientras entraba a la ciudad por la Avenida Marconi, en ese momento casi sin tránsito, vio que, allá adelante, un motociclista hacía una rara pirueta, producto de la humedad. En el mismo acto, el rodado y el ser humano se desparramaron por el asfalto.
Navarro paró solícito su camioneta frente al accidentado, con ese ánimo generoso de la gente de nuestro pueblo, y se encontró con un cuadro tremendo. Ahí tirado yacía inmóvil un hombre grandote, con el casco negro todavía calzado y, lo peor de todo, con la pierna izquierda quebrada mas arriba de la rodilla, formando un feo ángulo hacia fuera. A unos diez metros quedó la motito Zanella blanca.
Navarro se acercó al pobre hombre que ya empezaba a reaccionar y le dijo que no se moviera, porque enseguida iba a llamar al hospital para que mandaran la ambulancia. Inesperadamente, el accidentado se negó con firmeza ante la oferta. Navarro insistió y el tipo se siguió negando hasta que al fin nuestro vecino, creyendo que lo del hombre se debía a la conmoción del golpe le dijo:
-¡Vea amigo! ¿No se porqué no quiere que lo ayude, no se da cuenta que tiene una quebradura fea?-
El hombre lo miró a través del visor de plástico del casco y le contestó:
-¡La pata es ortopédica! ¡No se preocupe! Lo que puede hacer es darme una mano para que me levante y después guardarme la prótesis en la mochila.
Navarro lloraba de risa cuando me hacía el cuento esta mañana, porque para terminar el trámite, parece que el zapato de la pata de palo era como del 44 y no entraba en la mochila, así que la tuvo que empaquetar al revés, dejando el calzado al aire.
Y allá partió el golpeado, saltando con la pata buena, llevando del volante a la moto que no arrancaba y luciendo en la espalda una mochila con un zapato afuera.

Cosas de los días lluviosos. 

Hidrocefalia



El último feriado arrancó complicado. Bien temprano tuve que ir a un campo en la sierra grande para sacar un ternero. Un lindo día de invierno. Con puro sol pero un viento que lastimaba.
Volví cerca de mediodía y me puse a cocinar un lomito de cerdo que me habían regalado. Lo hice a la cacerola con un montón de ingredientes y una guarnición de papas. Iba lindo. Pero siempre hay fatalidades.
Cinco minutos antes de mediodía me llamó el encargado de Toki Eder, un campo cerca de Licenciado Matienzo, porque tenía una vaquillona que no podía parir. Suspendí el almuerzo y salí con poco ánimo.
Me esperaba la pobre parturienta, una vaquita colorada, suelta en un callejón con otras futuras mamás. Tuve que enlazarla, voltearla y manearla prolijamente. No tenía la ubre llena de calostro ni la vulva dilatada y húmeda, como es costumbre en un parto normal. En cuanto la revisé supe que era algo raro. La vagina apenas me dio lugar para pasar la mano y tocar el hocico y los dientes de un ternero que no parecía muy grande.
-¡No hay caso Cacho! ¡Este por acá no sale! Voy a tener que hacer una cesárea- Dije enseguida.
-¡Metalé dotor! ¡Así no se le pasa el puchero!- Contestó sonriendo, porque ya le había contado del manjar que me estaba cocinando.
La operación fue un trámite simple y allí apareció un pobre feto, al que todavía le quedaba un mes de gestación, con la cabeza enormemente deformada por una hidrocefalia grave.
Terminé todo, soltamos a la madre que se paró orgullosa y se fue con sus amigas sin mirar para atrás siquiera y solo me quedó la tarea de sacar algunas fotos del muchachito para engordar mi archivo.
Cuando llegué, terminé de cocinar, comí tranquilamente, me tomé un buen vino y me dormí un siestón.  


lunes, 25 de agosto de 2014

Cambió de opinión

Eulogio Romano fue un gran comedor de carne. Junto con la galleta, era la base de su alimentación. Así que era lógico que sus desechos fecales, por decirlo suavemente, fueran de buen porte, color y una extraordinaria dureza.
Eliminar estos elementos de su cuerpo le llevaba un buen tiempo y esfuerzo.
Una mañana de verano salió a recorrer el potrero del fondo en la estancia “La Agustina”. Mientras costeaba la lagunita llena de juncos, le vinieron tremendas ganas de defecar, así que tranquilamente saltó a tierra, le puso la manea de botón al bayo, para no quedar a pie, se desenrolló la faja y se bajó las bombachas para cumplir con la tarea.
Estaba lindo el día, casi sin viento. El Eulogio cortó un pastito y se lo puso entre los dientes mientras, entre pujos y jadeos, iba eliminando sus productos. Pronto llegaron montones de moscas aunque el tipo ni se molestó. El problema fue que los aromas atrajeron también a las ágiles hormigas coloradas.
Como el hombre estaba medio amodorrado por el bienestar del acto y la bonanza del clima, ni se dio cuenta de que miles de hormigas invadían su retaguardia y sus partes vergonzosas.
Para cuando se avivó, tenía el cuerpo lleno de caminantes. Se levantó espantado, sacudiéndose con las palmas grandotas de sus manos, pero las asustadas hormigas eligieron picarlo salvajemente creyendo que el tipo era su enemigo.
Como pudo se vistió, montó a caballo y corrió a galope tendido casi una legua hasta la estancia. Al llegar se desnudó y se tiró sin pensarlo en el tanque australiano. Los que lo vieron pensaron que estaba loco, especialmente Palmira, la cocinera de La Agustina, que no simpatizaba con Eulogio vaya a saber por que razones.
Pero el daño estaba hecho. Cuando el hombre salió del agua, su miembro y los dos acompañantes, lucían enormemente grandes y deformados, el trasero estaba edematoso y color rojo brillante, y las piernas y el abdomen, le ardían increíblemente.
Esa tarde quedó internado en la salita de San Manuel. Lo pasó mal pero se recuperó a fuerza de tratamientos y cuidados.

Cuando volvió a la estancia lo sorprendió algo inesperado. Palmira parecía buscarlo a toda hora. Tal vez atormentada por algunas visiones extraordinarias.

Lluvia y reflexión

El clima me fue arrinconando hasta la máquina y acá me tienen de nuevo enredado en las teclas, antes blancas, y ahora amarillentas por el uso y la suciedad.
Estamos pasando tiempos duros. Nuestra zona se llenó de agua y los caminos no aguantaron la presión. Hay cortes y pantanos por doquier, y lagunas, lagunitas y lagunones en todos lados. Impresiona ver el paisaje desde arriba de nuestras sierras. Se ven espejos de agua brillantes, ocupando el mismo espacio que los terrenos a salvo.
A pesar de todo, hay regiones que están aún peor. A medida que viajamos hacia el norte de la provincia de Buenos Aires, la situación se complica. Me hace acordar a los años bravos de inundación.
Así es el campo. Como dije en la entrada anterior. Hay momentos para quedarse quietito y aguantar. Son tiempos de perder mucho. De desánimo. Por eso no es justo tener que soportar también al montón de ignorantes que juegan con los productores.
Verdaderos ignorantes de lo que es la actividad agropecuaria nos están conduciendo desde hace diez años. Son soberbios, agresivos, autoritarios y, al desconocer la realidad de los hombres del campo, les tienen miedo.
Es muy malo darle poder a un miedoso. Se vuelve vengativo y cruel. Solo busca destruir al que lo asusta.
En eso están los tipos.
El plan les va saliendo bien. Tienen contra las cuerdas a la producción triguera, la ganadería, la lechería y algunas economías regionales, como las que dependen de la yerba mate, los cítricos y la vitivinicultura.
Tal vez antes de irse alcancen a darles el golpe de gracia, aunque si lo logran, habrán terminado con el país.

¡Que así no sea! 

martes, 15 de julio de 2014

Tiempo loco



Hace varias semanas que el tiempo se volvió loco. La tierra no alcanza a tomarse toda el agua antes de que vuelva a llover. Y no llueve un poquito. Llueve muchísimo. Con viento y a veces granizo. Hay barro por todas partes. Los caminos intransitables, las mangas fuera de servicio por tiempo indeterminado y los lugares de movimiento obligado de hacienda, como los tambos y los corrales de engorde, sufriendo penurias increíbles.
Así es la vida fuera de las ciudades. Estamos siempre afectados y dependientes del clima. Algunos sufren enormes pérdidas como los que se están inundando en el litoral, mientras otros ven sus campos convertidos en lagunas por muchos años. Andan muy pocos camiones con cereal y hacienda, porque no hay manera de circular. Los contratistas rurales solo desean que deje de caer agua por unos días, para completar por fin la cosecha de soja y empezar las labores de siembra de otros cultivos. En nuestro caso, es decir para los que trabajamos tierra adentro con grandes animales, son épocas de vacas flacas. Hay que ajustarse el cinturón y esperar que vengan tiempos mejores. El comercio de los pueblos se resiente. Caen las ventas y la gente se repliega y aguanta.
Un viejo del campo, cuando se venía una tormenta, se ladeaba la gorra de vasco y afirmaba: -¡Allá se viene la come y duerme!- Dando por hecho que estas son las únicas actividades razonables en esta época.
Esta mañana entró Perla a la veterinaria. Es una mujer mayor pero muy enérgica, que desde la muerte de su marido se dedicó solita a atender su campo. Además estuvo en nuestro grupo de teatro y es de lo mas divertida. Siempre entra saludando a los gritos, pero esta mañana, resumió todo cuando dijo bien fuerte:
-¡Buen día Jorgeeee! ¿Sabe que? ¡La cosa está fea Jorge!-



martes, 8 de julio de 2014

Tiger y el fiscal

-¿Y él quien es?- Le pregunté a Tiger esta mañana, apenas entré a la veterinaria, después de cruzar el patio que blanqueaba por la bruta helada. El gato bandido estaba sentado muy tranquilo, al lado de la puerta de la cocina, charlando con un amigo blanco y negro, un poco mas flaco que él. Se ve que esperaban la primera ración de alimento del día. Tiger me saludo amablemente, pero con poco entusiasmo, moviendo apenas los largos bigotes.
-¡El es Arturo y vive dos casas mas allá!- Me dijo haciendo un gesto con la cabeza.
-¡Ah! ¿Vos sos el gato de Rigoberto? ¿El famoso cazador de lauchas? Ya escuche los cuentos del viejo. Según él, le presentás dos o tres roedores descabezados por día- Arturo se infló de orgullo con el elogio de su fama.
Tiger cortó el momento con una tos discreta.
-¡Si Tiger! ¡Vos también tenés lo tuyo!- Agregué para acariciarle un poco la autoestima. -¿Y de que conversaban? ¿Se puede saber?-
-¡Y bueno Jorge!- Arrancó diciendo Tiger –Ya sabés que me paso el día escuchando las noticias en la radio, pero Arturo, como vive adentro de la casa de Rigoberto, también mira la televisión, así que está muy al tanto de las cosas que pasan. Recién me estaba contando algunas novedades que los gatos no alcanzamos a entender ¿Puede ser que si un ser humano hace las cosas bien y se dedica a investigar a una banda de ladrones y corruptos, en lugar de ayudarlo y recompensarlo, le hagan un juicio para destituírlo? ¿Puede ser? Yo le decía que debe haber entendido mal, porque cualquier animal sabe lo que está bien y lo que está mal. Con más razón ustedes, que son tan inteligentes, deben conocer la diferencia-
Lo miré con el pecho lleno de tristeza y tuve que admitir que lo que le contó Arturo era cierto. Que eso está pasando en este momento en Argentina y que me da mucha pena. Los amigos se miraron un rato largo, con la pereza propia de los felinos. Solo movían despacio la punta de la cola dejando ver que estaban tratando de digerir mi afirmación. Por fin Tiger dio vuelta su cabezota y me dijo: -¡Pobre gente!-





domingo, 6 de julio de 2014

Mas aprendices

 Operando con Bob y Tim

En el campo con Anthony y Elodie

Cosas que pasan.
 En estas semanas, han llegado a San Manuel algunos chicos extranjeros, para acompañarnos en los trabajos del campo y aprender algunas cosas de la profesión. Primero fueron Robert y Tim. Dos escoceses que están recorriendo el mundo, antes de entrar en la Universidad. Uno es de un pueblito pegado al lago Ness y el otro de una ciudad al sur de Edimburgo. Solo hablan inglés, así que tuvimos que esforzarnos para explicar las cosas y que entendieran los trabajos que íbamos haciendo.
En este momento, hay dos estudiantes de la Escuela Veterinaria de Nantes en Francia. Anthonhy y Elodie. Ellos saben español, ya que nos contaban que allí deben obligatoriamente estudiar inglés y luego, pueden optar entre el alemán y el español como tercera lengua. Ahora están cumpliendo con el período de residencia en el exterior que les exigen en su Facultad. Realmente están teniendo una muy buena formación allí. En Francia solo hay cuatro facultades de veterinaria con alrededor de 600 estudiantes cada una. La diferencia con nuestro sistema, es que el período de ingreso les demanda entre dos y tres años, así que los que lo pasan, luego alcanzan, en su mayoría, a terminar la carrera de 5 años. Dicen que se gradúa cerca del 90% de los que entran, mientras que en Argentina, se estima que se recibe solo el 25 % de los ingresantes.
Antes que los extranjeros, estuvieron Mauro y Abel, dos estudiantes de la Facultad de La Plata, que trabajaron con nosotros durante dos meses y dejaron muy buenos recuerdos, sobre todo la jaula atrapa-perros que construyeron, y que ya les mostré en otra nota. Finalmente, en agosto vendrán otros dos chicos de La Plata para hacer su residencia.

El “sucucho”, que así bautizamos al alojamiento que construí para ellos en la veterinaria, está a pleno, y nosotros contentos de poder trasmitir nuestra módica experiencia.   

domingo, 22 de junio de 2014

Tiger y la selección

Ayer fue una linda tarde en San Manuel. Cruce el patio hasta la veterinaria y me lo encontré a Tiger, el gato de la casa, limpiándose las manos al sol. Me miró tranquilo y con una media sonrisa me dijo:
-¡Que alegrón! ¿No? ¡Cómo les gusta ese asunto de la pelota a los argentinos! Se oían los gritos hace un rato. Seguro que deben haber hecho eso que llaman gol-
Yo recién terminaba de ver el “triunfo” de Argentina contra Iran y tenía un montón de cosas atragantadas, pero no podía hablar.
-¿Qué?- Insistió Tiger -¿No estás contento?-  
-¡No amigo! ¡Ya está! ¡Recién intenté por última vez pero no hay caso! No me puedo enganchar con esta farsa gigante del Mundial y la selección.
Estoy podrido de ver partidos horribles de nuestro “players”, del futbol para todos y su asquerosa propaganda, de la AFA mafiosa, del técnico “militante” de la selección, del cagazo con que juegan sus multimillonarias figuras, de la desesperación del Gobierno por tapar sus cosas durante los días que ruede la pelotita, de los Barras Bravas entongados con la AFA y con los políticos; asqueado con el acto de presentación de una lista de jugadores, transformado en circo con figuras del gobierno; del periodismo que, salvo excepciones, acompaña todo con comentarios que no haría ni el menos conocedor del futbol-
Tiger me miraba sin entender. Y yo seguí con mi desahogo.
-Antes de jugar contra Irán la mayoría de ellos destacaba lo fácil que era el asunto y que no cabía menos que una tremenda goleada ¿Son o se hacen? Se supone que “saben”. Entonces ¿Por qué dicen boludeces? ¿O no vieron que el partido anterior contra Bosnia fue un robo? Se ganó por un gol en contra de pedo y un penal. Pero no cuentan un gol mal anulado a los bosnios ¡Una porquería! Recién contra Irán, el árbitro pitó peor que el japonés que le regaló el partido a Brasil. Se comió un penal de Zabaleta más grande que el Mineirao y si los iraníes se ponían en ventaja, no les ganaban ni con diez Messi juntos ¡Y por fin! El gol de Messi ¿Dónde carajo vieron que fuera un golazo de otro planeta como dicen? Pateó de afuera del área y la embocó como podría haber pasado a cinco metros del ángulo ¡Dejenmé de joder! Con solo mirar la cara de terror de Sabella durante el partido está todo dicho.
Podrán irse en octavos o ganar la copa. Es cosa de ligar. Y hasta ahora, a partir del sorteo, donde cayeron en uno de los grupos más fáciles, han ligado como perro debajo de la mesa, pero eso no cambiará las cosas. El futbol argentino, especialmente desde el acuerdo con el Gobierno, está muy podrido, y creo que la selección es parte de la podredumbre-
-¡Bueno!- Dijo Tiger como para cortar la perorata -¿No me tirás un poco de alimento que ando con hambre y recién se me escapó una paloma por una pluma?-
-¡Si amigo! ¡Tenés razón! ¡Las cosas importantes de la vida no están en la tele!


jueves, 12 de junio de 2014

Almirón el jugador

Hay gente aficionada a la bebida, personas dedicadas a drogarse sin parar, fumadores crónicos y en la enorme variedad de vicios, están también los jugadores empedernidos.
En este último grupo cabía cómodamente un tal Juan Carlos Almirón. Puestero en la Estancia Las Perdices, muy cerquita de Claraz.
Lo conocí casi sin querer, porque un cliente mío llevó vacas a capitalizar a Las Perdices, así que una vez por año iba a hacerles el tacto, y nos pasábamos el día entero entre el trabajo, el asado y las charlas.
Almirón era un jugador sin remedio. Apostaba a todo, y vivía cada jugada como si fuera la última. Riñas de gallo, carreras cuadreras, carreras de galgos, mus, truco y taba, se contaban entre sus debilidades.
A mí me desafió el primer día que llegué a Las Perdices. Parados frente a la manga, donde ya estaban encerradas las 700 vacas para palpar, me dijo:
-¿Y? ¿Qué le parece dotor? ¿Cuántas vacas vacías habrá?-
Yo lo miré, desconociendo todavía su afición al juego y le contesté:
-¡No sé Almirón! Este rodeo es bastante sano y fértil. Si se hicieron las cosas bien no tendrían que salir más de 45-
-¿Que le juego que salen mas de 60?-
-¡No Almirón! Deje nomás que salgan las que tengan que salir-
Menos mal que no entré, porque esa vez hubo 62 vacas vacías y el tipo no paró de lamentarse, por la jugada que habría ganado contra el veterinario.
Con el tiempo me fui enterando de otras hazañas del timbero, pero la máxima pasó cuando se mató en un accidente un tal Menéndez, capataz del campo vecino a Las Perdices.
Se junto un montón de gente para asistir a los heridos, y en el revoleo, le encargaron a Almirón que se fuera hasta Claraz, para darle la infausta noticia a la mujer del capataz muerto. Todavía no eran tiempo de teléfonos celulares.
Almirón llegó a la casa de Menéndez de lo más preocupado, porque no conocía a la mujer del finadito. Pero dicen que cuando la señora abrió la puerta, el diálogo fue más o menos así:
-¡Buenas tardes señora! Yo soy Almirón, puestero de la estancia Las Perdices ¿Usté es la viuda de Menéndez?-
La buena mujer, con una risa nerviosa le contestó:
-¿Viuda? ¡Yo soy la señora de Menéndez, pero no soy viuda!-
Entonces el tipo, sacando a relucir su estirpe jugadora, le dijo sobrador:
-¡Le juego un corderito a que sí es viuda!-


jueves, 22 de mayo de 2014

La rata y el sueño

Esto pasó durante mi estancia en el Laboratorio del sueño de la Facultad de Medicina Humana, de la Universidad Autónoma de México.
El investigador Ramiro Sánchez Obrador tomó un balde de acero inoxidable reluciente, después puso dentro un cilindro de unos 3 centímetros de diámetro y 15 de altura, lo fijó, y agregó agua casi hasta el borde del cilindro.
Mientras lo hacía me iba explicando todos los detalles del trabajo.
A continuación acomodó la cámara con la que iba a registrar todo el ensayo. Por fin tomó con cuidado la ratita blanca Wistar, a la que habíamos puesto electrodos que registrarían la actividad eléctrica de algunas áreas específicas de su cerebro, y la conectó a los cables que la unían al fisiógrafo.
Puso la ratita sobre el cilindro, que semejaba una isla, y la dejó sola, cerrando la puerta de la sala de ensayos, para evitar ruidos e interferencias.
La idea era privar a la muchacha del período de sueño MOR durante un tiempo largo para estudiar el posible efecto sobre la conducta. El fundamento del trabajo es que durante el período MOR (movimientos oculares rápidos) se produce la máxima relajación muscular, lo que haría que el animalito cayera al agua despertando bruscamente.
La blanca rata se mantuvo casi tres horas atenta y vigilante, pero la falta de estímulos y movimiento, la fue haciendo caer en el sueño. El aparato de registro mostró claramente el cambio en las ondas cerebrales, que indicaba que estaba en el período de ondas lentas, y de pronto, la aguja comenzó a oscilar desordenadamente, mostrando el patrón típico de bloqueo alfa y las primeras espigas PGO. Estábamos viendo la actividad típica del sueño MOR. Nos fijamos en la cámara, justo para ver cuando la ratita caía al agua y se despertaba sobresaltada, para volver a nadar hasta la seguridad de su isla.
Toda la secuencia se empezó a repetir a intervalos cada vez menores. El animal cayó al agua muchas veces durante las primeras 24 horas. Se la notaba mal. Inquieta. La privación de sueño la había alterado. De pronto sucedió. El efecto de la falta de sueño se mostró en toda su violencia y la pobre infeliz, no teniendo en que, ni en quien descargar su irritabilidad, comenzó a morderse furiosamente los dedos de las cuatro patas y la punta de la cola, hasta hacerlos sangrar.
Habíamos llegado hasta la CAM o conducta de automutilación.
Ramiro terminó con el sufrimiento de su amiga, y la devolvió a su cajita llena de aserrín para que por fin pudiera descansar.
Aquel ensayo nunca lo pude olvidar. En estos días estuve oyendo algunos comentarios referidos a cuanto menos duermen los humanos en estos tiempos. Sobre todo en las grandes ciudades.
Ojalá que no terminemos como aquella ratita blanca.  




miércoles, 21 de mayo de 2014

¿Donde estarán esos testículos?



¿Será posible semejante misterio?
Hace varios meses que mi hijo Roberto esta encargado de hacer las castraciones de perras y gatas del pueblo, contratado por la Municipalidad.
En este tiempo, encontramos un refugio de perros salvajes en una casa abandonada a unas pocas cuadras de la veterinaria. Es una tribu de seis o siete animales, que aprovechan cuanta comida les tiran los vecinos y además, suelen depredar las bolsas de basura de todo el barrio. Nadie los puede agarrar. La verdad es que molestan, pero a tono con los nuevos tiempos, la única solución al problema es castrar machos y hembras del grupo y esperar que vayan desapareciendo solos.
En eso estamos y el trabajo tomó un nuevo impulso con una buena construcción de uno de los chicos residentes, muy acostumbrado a hacer estos inventos en el sur del país, para atrapar zorros comedores de corderos.
Anoche cayó uno de los malandras. En la recorrida de última hora, apareció un macho negro metido en la jaula. Estaba enfurecido porque se veía atrapado. Con gran trabajo lo sacamos, esquivando feroces mordiscos que tiraba sin parar. Estaba todo orinado y sucio. Tal vez llevaba algunas horas encerrado.
Pronto vimos que se trataba de un macho, así que lo trasladamos a la veterinaria para castrarlo. Lo dimos anestesia y lo atamos debajo de un árbol. Llovía despacito y pronto la fiera se fue calmando. Nos pusimos guantes para trabajarlo porque el olor que tenía era verdaderamente insoportable. Preparamos todo y, cuando por fin el animal se durmió, lo subimos a la camilla para empezar a limpiar la zona escrotal ¡Pero no había nada!
Nos miramos y largamos la carcajada ¡Tanto trabajo para esto! Nuestra primera presa ya estaba sin bolas. Pensamos que alguien hizo antes la faena y no nos avisó.

Cuando lo largamos todavía estaba medio dormido. Veremos si hoy tenemos más suerte.  

lunes, 12 de mayo de 2014

Herida de sábado por la noche

Sábado. 10 de la noche. En el Club Atlético había lotería, pero decidí quedarme en casa con los chicos porque lloviznaba y era mejor programa ver alguna película y tomar un buen trago sabatino.
De pronto, unos golpes fuertes en la puerta nos sobresaltaron. Salí a ver. Allí estaba Raúl Benítez, pálido como un azulejo, con los ojos grandotes y la gorra caída sobre la nuca.
-¡Se le salieron las tripas Spinelli!- Fue lo primero que me dijo, obviamente salteando los saludos de rigor.
-¿A quien se le salieron las tripas?-
-¡A la Rosita dotor! ¡La perra del Jefe!-
Mientras íbamos hacia la camioneta, aparecieron los dos residentes que estaban aprovechando la noche del sábado para estudiar. Cuando nos asomamos a la caja de la chata, se nos presentó un tremendo espectáculo. Rosita, una perra Collie adulta, estaba parada mirándonos. Tenía sangre desde la punta del hocico hasta la punta de la cola y en la mitad del abdomen le colgaban varias asas intestinales.
La llevamos en andas hasta la sala de operaciones y la pusimos sobre la mesa de cirugía. Estaba mal. Muy desvitalizada. Le di una dosis lo mas baja posible de anestesia y mientras se iba relajando, la dimos vuelta suavemente y la atamos a la camilla. Debía tener unos 50 cm. de intestino colgando fuera del abdomen, a través de una herida. Todo lleno de pelos, sangre y tierra. Además, el pobre animal se había mordido sus propias vísceras hasta cortarlas.
Los minutos corrían, mientras nosotros limpiamos lo mejor posible el campo. Después tuvimos que hacer una resección del tramo de intestino masticado y unir los extremos sanos del mismo.
La situación lucía mejor. Seguimos con la herida del abdomen, hasta que finalmente todo quedó cerrado y en su lugar. Aplicamos las medicinas necesarias, después la llevamos al lavadero y la bañamos prolijamente, mientras de reojo controlábamos la frecuencia respiratoria.
El pronóstico seguía siendo gravísimo, pero al ver todo más prolijo y aseado nuestro ánimo estaba en alza. Hasta que llegó el dato que faltaba. Cuando la cargamos nuevamente en la caja de la camioneta, que estaba llena de útiles y cacharros del campo, Raúl Benítez corrió un recado para hacer lugar, y allí apareció tirado ¡Un pedazo más de intestino! La tipa ya se había automutilado quitándose unos 20 cm. de tripa a mordiscones, sin que nos diéramos cuenta al descargarla en la oscuridad de la noche.
Realmente pensé que la perra no pasaba esa noche. Creo que el sentimiento fue compartido con los residentes y con Benítez.
Al acostarme, miré un angelito compañero que tengo sobre la mesa de luz y pensé ¡Que sea lo que Dios quiera!
El domingo amaneció también lluvioso. Con poco ánimo marqué el número del campo para recibir, estaba seguro, la noticia de la muerte.
La voz de Benítez sonó de lo más alegre cuando dijo: -¡Es increíble dotor! La Rosita anda caminando. Está animada y ya tomó agua-

Yo tampoco lo puedo creer, pero todavía Rosita sigue en pie ¡Es lindo pegar una cada tanto!

miércoles, 7 de mayo de 2014

No la dejen sola

Los días son más cortos. A las 6 de la tarde ya está oscuro y es hora de volver para la veterinaria. Siempre y cuando no haya alguna urgencia que resolver. Son épocas de tacto y de andar al trote desde muy temprano. Mangas buenas, regulares y otras muy malas, que nos hacen perder tiempo y se ponen peligrosas para todos los que andamos con las vacas, toros y terneros.
Así fue que la semana pasada nos llamaron por un parto en el campo “Los Pinitos”. Ya eran las 8 de la noche y los caminos seguían con barro después de las lluvias grandes de mediados de mes. A duras penas llegamos al campo. Juan Martínez salió de la casa con la linterna y nos dijo que la vaquillona primeriza estaba encerrada en la manga.
¡Uy Dios! Pensé ¡Ojalá que todo salga bien! Lo que pasa es que la manga de ese campo ni merece siquiera el nombre de tal. Es solo un brete con troncos podridos. Sin cepo, puertas ni trancas, y los corrales, apenas pueden contener al viento.
Como a propósito, Martínez había encerrado la vaquillona sola. Es sabido que la mayoría de las parturientas, cuando quedan aisladas del rodeo, se ponen locas furiosas, pero seguramente a Martínez, esa parte del manual se le perdió.
Allá estaba la negra grandota a los bufidos cuando la enfocamos con las luces de la camioneta.
-¡Que lo tiró!- Dijo Martínez -¡Se ve que se ha calentado!-
Yo no contesté nada por respeto y me baje de la camioneta para vestirme con el “traje de partear”, es decir el mameluco y las botas de goma. Mientras tanto Martínez, tal vez agobiado al ver la macana que había hecho, se adelantó para tratar de meter la vaquillona en la manga.
-¡Ya voy y te ayudo Martínez! ¡Tené cuidado que está muy enojada!- Le grité. Pero fue tarde. Solo sentí el estruendo del golpe del animal contra los palos del corral y el crujido de las maderas al quebrarse. Después vi pasar entre las sombras a la vaquillona, enfilando a toda marcha hacia el potrero. Corrí hasta el corral y me encontré con el pobre Martínez tirado largo a largo. En la oscuridad no alcanzaba a ver casi nada, así que acomodé la camioneta, hasta que las luces se plantaron sobre el accidentado.
Cuando me acerqué de nuevo, el tipo ya estaba despierto y me miraba sin hablar.
-¿Que pasó hermano? ¿Estás lastimado?- Pregunté
Pero Martínez me sorprendió cuando se levantó con esfuerzo y me dijo:

-¡No es nada dotor! Un golpecito nomás. Si me espera voy a agarrar caballo y se la vuelvo a encerrar- Le dije que mejor volvíamos para la casa, así él se recuperaba. Al otro día volví al campo con Juan y sacamos una linda ternera negra, mientras Martínez iba en viaje a Tandil, para hacerse ver los moretones en la cabeza y el pecho que no lo habían dejado dormir. El golpe de las tablas le había fisurado el hueso parietal.   

lunes, 5 de mayo de 2014

Se viene Tiger

Solo un animalito quedó en la casa. Mi hija menor lo bautizó “Tiger” por algún personaje de los dibujos animados. Es un gato gris con rayas negras, que hasta ahora se había limitado a comer, dormir, trepar a los árboles y atrapar mariposas.
Ayer me vine temprano a la veterinaria para terminar varios informes y salir antes que el sol, hacia un campo donde teníamos que hacer unos cuantos tactos.
Mientras se calentaba el agua del mate, Tiger se asomó al vidrio de la puerta de la cocina. Se vino al humo cuando vio que prendí la luz. Se me quedó mirando largo y profundo. Pensé que ya andaba con hambre, porque en cuanto abrimos el negocio le damos su ración de alimento.
Abrí la puerta pero no entró. Se quedó sentado muy orondo. De pronto se pasó una mano peluda por las orejas y me preguntó:
¿Todavía extrañás  a ese pajarito malcriado?-
Lo mire sorprendido porque jamás me había dicho una palabra.
-¡Digo si lo extrañás a Roman!-
-¡Y sí!- Le confesé –La verdad es que se extraña un poco, porque teníamos algunas charlas buenas con él. Como no podía hacer otra cosa, se lo pasaba escuchando radio y estaba al tanto de todo-
-¡Y que! ¿Y pensás que yo no sé nada? Yo escucho la radio y además conozco la calle ¡Pero siempre me dejaron de lado!- Los bigotes le temblaban y me pareció que se le humedecían los ojos de la bronca.
-¡Bueno Tiger! Disculpáme. Como te lo pasás en tus cosas y a los mimos con Margarita y los demás chicos, pensé que vivías más apartado de nuestras noticias-
-¡Justamente! Por Margarita y el resto de los chicos es que me preocupa lo que está pasando en el país. A los gatos no nos cambia nada, pero a ustedes, Jorge, la cosa se les ha complicado-
-¡Mirá vos! ¡Otro rebelde como Román en casa!-
-¡Que rebelde! Solo soy realista ¿Cómo puede ser que un pobre tipo, que hace 20 años era empleado de banco, hoy sea el segundo terrateniente del país detrás de Benetton? ¿De dónde sacó la plata para comprar medio millón de hectáreas de campo? ¿Vos cuánto te compraste después de 32 años de romperte el lomo de sol a sol?-
-¡No compré nada Tiger! ¡Pero tampoco anduve en los negocios!-
-¡No hay caso! ¡Vos no cambiás más! ¡Y la mayoría de los argentinos tampoco! Una cosa así no los escandaliza, pero se entretienen discutiendo si le regalaron un penal a River ¡Son de terror!- Dijo de pronto. Después se estiró en un desperece largo, entrecerró los ojos, se dio vuelta y desapareció en las penumbras del amanecer.
Mientras cargaba el termo con agua caliente, me di cuenta que la charla cortita me había dejado contento. Encontré otro amigo para conversar.  


domingo, 4 de mayo de 2014

Se lo tomó con calma

En nuestra zona rural, el hombre campero usa la caña de una bota de cuero, cosida en un extremo y colgada en los tientos del recado, para llevar las herramientas indispensables para algún trabajo rápido, como el arreglo de un alambrado. Ahí viajan la “california”, para trabajar una torniqueta y tensar un hilo, una tenaza, algún martillo, una tijera para cortar alambres y otras cositas de ocasión. En este caso, Javier Almada, había metido una tijera de tusar marca Bigornia; pero, descuidado como era, la metió en la bota con las puntas para arriba. Llegó al potrero del fondo, enlazó el potro nuevo que iba a empezar a amansar, y con ganas de cortarle las crines, se bajó del zaino grandote, que era el mejor para “quedarse teniendo”.
La mala suerte quiso que al bolear la pierna derecha para desmontar, las puntas filosas de la tijera, que asomaban de la bota, en el borde del recado, le desgarraran la bombacha y el calzoncillo, y se le incrustaran en la bolsa escrotal, abriéndola de punta a punta. Contó después que al principio, solamente sintió un frío, pero cuando se miró la entrepierna, se dio cuenta que la cosa no era para chiste. Los testículos se veían blanquear en medio de la fea herida. Volvió a montar, sujetándose las partes con la mano, largó el potro con el lazo puesto, y galopó hasta la casa, medio preocupado con el asunto.
Desensilló y largó el zaino, y ni  siquiera se cambió la ropa antes de subirse en el viejo Renault 12 verde, y salir de raje para Lobería, siempre sosteniendo sus criadillas con la mano izquierda.
En una hora estuvo en el hospital. Entró derechito a la guardia, donde varias personas esperaban su turno pacientemente.
Javier es un tipo tranquilo, pero se ve que estaba apurado, porque cuando la enfermera le dijo que se sentara, que había 12 personas antes que él, dio la vuelta al mostrador de la recepción, y ante la sorpresa de la uniformada, retiró de aquel lugar la mano ensangrentada, dejando ver en la palma, dos grandes huevos blancuzcos.
La chica, a pesar de que estaba curtida en esto de ver heridas, casi se desmaya, y a los gritos llamó a alguien para que viniera con una camilla, pero el duro de Javier, no queriendo hacer mucho escándalo le dijo:
-¡No te asustés piba! Decime donde me atienden que yo voy caminando ¡No es para tanto!-
Enseguida lo suturaron y vendaron. Además, le prohibieron andar a caballo por lo menos por 15 días, hasta que la herida terminara de curar.

Se ve que los médicos hicieron un buen trabajo porque después del accidente, Javier se casó y hoy tiene dos lindos pichones… ¡Igualitos a él! 

viernes, 25 de abril de 2014

Amigos que se van

Mi amigo, el Todi, descansando cerca de Energía

Empezó una temporada de pérdida de mascotas. En pocos días se fueron tres compañeros. El primero fue Rosita. Una cierva que estuvo en casa cerca de 4 meses. La trajimos muy lastimada por unos perros, y a los pocos días, se supo que también tenía la columna lesionada y que ya no movería las patas. A fuerza de cariño y mamaderas estuvo muy gauchita en el patio, descansando entre los frutales, pero hace poco partió así tranquila como llegó.
Después fue Román. Un viejo amigo con el que tuvimos pilas de charlas y que los lectores de este sitio recordarán. El día antes de morir estaba lastimado en el cuello y se le vio algo de sangre entre las plumitas. Lo revisé pero no pude encontrar ninguna lastimadura. Al día siguiente, cuando entre a la cocina de la veterinaria a preparar el mate, lo encontré hecho un ovillito en el piso de su jaula. Lastima que no me dijo nada como despedida. Siempre fue de perfil bajo.
El último en salir para el lado del cielo fue el Todi. Un caballo que nació hace 20 años en el fondo de casa. Era hijo de una yeguita de Juan, y ahí mismo fue que apareció recién salido de su madre, un domingo a la mañana en octubre de 1993.
Cuando los chicos crecieron y se fueron a estudiar, lo vendí a un cliente hasta que, hace cosa de 4 años, cuando supe que este hombre estaba por mandarlo a los tachos, es decir, venderlo para el frigorífico, se lo volví a comprar. Allá lo tuvimos en un campito de Energía hasta que decidió meterle un trote hasta las nubes ¡Pobre Todi! No tuvo muy buena vida.

Son cosas inevitables. La muerte nos va acompañando permanentemente y nos mantiene alertas para darle valor a las cosas que realmente importan. Ojalá uno siempre pudiera tener presente esto de: “Estudia, aprende y trabaja como si fueras a vivir 100 años, pero disfruta y quiere como si solo te quedara un día”

lunes, 21 de abril de 2014

Enseñando

Los actuales residentes con mi hijo Juan, en medio del barro

Entré como docente en la Facultad de Veterinaria de Tandil en 1986. Ya había sido ayudante alumno durante mi carrera, en la cátedra de Fisiología Animal, y allí volví, por invitación de su titular, Juan Carlos Catalano. Se vinieron años muy intensos donde compartía el ejercicio profesional con la enseñanza, poniendo un enorme esfuerzo en algo que me apasionó. Solía levantarme entre las 3 y las 4 de la mañana para preparar las clases, y luego poder salir a trabajar al campo cuando amanecía.
Con el cambio del plan de estudios, quedé en lo que se llamó Fisiología del Sistema Nervioso, donde me fui haciendo un lugar, primero en esa cátedra y luego como invitado a dar clases de Neuroanatomía y de Patología del sistema nervioso. Concursé dos veces en esos años y fui ascendiendo lentamente, hasta quedar prácticamente a cargo de todo el curso.
En 1995 estuve haciendo una residencia en la Facultad de Medicina de la UNAM, Universidad Autónoma de Mexico, donde aprendí muy buenas técnicas para el estudio de la neurofisiología, haciendo cirugías complejas en encéfalo de ratas y gatos.
Además, desde 1994, fui uno de los pioneros como tutor externo de residentes de nuestra Facultad, y en pocos años, recibí más de 20 alumnos en San Manuel, que hicieron sus primeros trotes en el campo, con las grandes bestias.
Lindos años que se cargaron de historias y anécdotas con tanta gente circulando.
En 2003, una intriga palaciega en la Facultad me dejó afuera. Verdaderamente fue una intriga porque aún hoy, 10 años después, no sé que fue lo que pasó ni hubo alguien que me lo explicara claramente. Intenté hablar en ese momento, pero nadie dio la cara ¡Increíble! Desde entonces suelo ir por alguna cosa a la Facultad, donde deje muchos amigos, y siempre escucho el mismo canto: “Vos tendrías que estar con nosotros” ó “una lástima tu pérdida”.
Obviamente tengo alguna sospecha, pero ninguna certeza sobre el asunto.
A partir de entonces, armé un programa de entrenamiento para los que quisieran venir a San Manuel a realizar las mismas actividades que hacían los residentes, y tuvo un gran éxito. Primero vinieron muchos de los chicos que ya se habían anotado en el programa regular de la Facultad para hacer la residencia conmigo. Cuando terminaban su período con el nuevo tutor que les asignaban, se venían para acá. Después, recibí varios más, atraídos por la propuesta que también publiqué en los comienzos de este blog y que aún sigo manteniendo.
Por fin, cuando la Facultad de Veterinaria de La Plata comenzó con las prácticas pre profesionales dentro de su plan de estudios, me eligieron como tutor. En eso estoy ahora. Despuntando el vicio de la docencia, matizado con charlas que he dado en colegios secundarios, primarios y hasta en jardines de infantes.
Me gusta enseñar. Me dio ganas de contarlo y así salió.


Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...