martes, 11 de agosto de 2015

Autoridad de mesa



Estuve de presidente de mesa desde 1983 hasta 1990 en ocho oportunidades. Así como me encontraron de golpe, de golpe también se olvidaron de llamarme, y por suerte nunca más fui citado… ¡Hasta el mes pasado! Cuando recibí la notificación de que tenía que estar de autoridad de mesa en las PASO, en la elección de verdad en octubre, y eventualmente en el siguiente ballotage.
No es que uno no sepa que esto es un deber ciudadano, y que dar un día por el país no es demasiado sacrificio, comparado con las penurias de nuestros próceres de mayo. Estos y tantos otros son los argumentos que usan para convencernos; además de la moda nueva, que yo no conocía, de que el estado le paga unos pesos a cada autoridad de mesa. A pesar de todo esto, digo, a la inmensa mayoría ¡Nos rompe las p… que nos enchufen esta tarea!
Y con el ánimo templado, me apersoné en la escuela N° 15 de San Manuel, a las 7.40 hs. de la mañana, dispuesto a tomármelo con calma.
El día se fue entre charlas, mates, fotos, saludos con todos los votantes, que son gente conocida y vecinos del pueblo, y comida variada que aportaron las mujeres. Otra moda nueva, es dar a cada mesa una caja con vituallas de todo tipo, así que en las interminables horas de votación, comimos alfajores, galletitas y caramelos, y me sorbí con deleite una chocolatada. Todo provisto por el Estado Nacional. También hubo llamadas telefónicas. La más alocada fue la de un amigo muy preocupado, porque en la puerta de su casa, un perro se había “abotonado” con una perra.
-¿Y cuál es el problema?- Le pregunté, tratando de disimular el tema de la conversación, ya que estaba sentado en medio de un lote de fiscales.
-¡El problema es que tiene el bicho metido adentro hace como 10 minutos! ¿Es normal?-
-¿Y la perra que hace?- En ese momento me di cuenta de que la pregunta no fue la ideal, porque se hizo un silencio y todos me miraron.
-¿Y qué va a hacer? Está quietita abajo del perro y se ve como agitada- Contestó el amigo.
Revoleando los ojos, y con cara de científico, le dije que los dejara nomás, que así es la naturaleza, que “la cosa” entre los perros dura bastante más que en los humanos, porque tienen mucho licor que descargar, y que la agitación de la perra, tal vez no fuera por sufrimiento. Ya mis compañeros de mesa se habían dado cuenta del tema de la charla y hacían coro con grandes carcajadas.
A las 18.00 hs. se cerró la votación y empezamos el recuento. Fue una cosa de locos. Ya todos conocen las boletas que tuvimos que usar. Papeles de casi un metro de largo, que los electores cortaron varias veces para seleccionar sus preferencias. Así que el recuento fue larguísimo, sumado a las cosas que a veces uno no entiende de los fiscales, que en su empeño de recolectar hasta el último voto, joden a todo el mundo.
En nuestra mesa abrimos un sobre y adentro había una boleta rota en mil pedazos. De todas maneras, por el color se adivinaba de qué partido era, así que el fiscal correspondiente pidió “reconstruirla”. Nos miramos sin hablar pero pensando todos lo mismo. Era evidente que ese votante no tuvo voluntad de elegir a nadie ¡Pero no! El fiscal se empecinó tanto, que tuvimos que tomarlo como voto recurrido, ya que era imposible ordenar el rompecabezas, y hacer después toda la papelería correspondiente ¡Media hora más de trabajo!
Y para el postre quedó el espectáculo de ver las caras largas de los derrotados y la alegría contenida de los ganadores.

¡Al final tan mal no se pasa! ¡Que vengan pronto las de octubre! 

¡No era contagioso!


 El schistosomus reflexus, con patas y manos apuntando para el mismo lado, tal como se presentó en la vaca en el momento del parto.


La lechera recién operada ¿Le ven la sonrisa y las ganas de charlar en la mirada?

Sonó el teléfono temprano.
-¡La cosa viene complicada Jorge! Tengo a la lechera que no puede parir. Le metí la mano y toqué cuatro patas y la cabeza del ternero- Me dijo Ignacio preocupado -¿Puede venir?-
-¡Quedate tranquilo Ignacio! En un ratito salgo para allá-
En media hora estábamos en medio de un potrero de pastura de casi 80 hectáreas. Ya la parturienta estaba en el suelo, e Ignacio la había maneado prolijamente. Me puse el mameluco, las botas de goma y un guante largo para revisarla.
Asomando por los labios de la vulva aparecían cuatro pezuñas, y algo más profundamente, se podía palpar el hocico del ternero con la lengua afuera ¿Serían mellizos? ¿Sería un solo ternero totalmente arqueado que presentara sus cuatro extremidades juntas?
Estuve un buen rato tratando de acomodar algo, pero fue imposible, así que decidimos hacer una cesárea. Pronto quedó despejado el misterio. La pobre vaca tenía dentro una gran anormalidad, llamada científicamente Schistosomus reflexus, en la que el pobre ternerito, en su desarrollo intrauterino, en lugar de mantener sus vísceras encerradas dentro del abdomen, tiene separadas las paredes del mismo, y todo el contenido, hígado, riñones, intestino y demás, cuelga libremente.
-¡Que porquería!- Dijo Ignacio, que seguía atentamente toda la maniobra -¿Y tendré que degollar a la vaca?-
-¿Y por qué la vas a degollar Ignacio?- Le pregunté intrigado.
-¿Y qué se yo Jorge? ¡Por ahí tiene un mal contagioso y las demás me empiezan a largar terneros como este!-
-¡No te preocupes hermano! ¡La pobre vaca puede seguir viva! No es peligrosa para nadie-

En ese momento sentí que la lechera me tocaba suavecito la bota con su pata derecha. Me volví para mirarla y la vaca me guiño el ojo de manera cómplice. Entendí que estaba agradecida.  

miércoles, 5 de agosto de 2015

¡Guarda con los toros!



Los toros son animales muy grandes y pesados. Llegan cómodamente a una tonelada de puros huesos y músculos. Aunque sean mansos, siempre representan un riesgo potencial. Con solo una “caricia” pueden partirle el cuerpo al humano más fortachón.
Hace unos días tuvimos una prueba.
Esto pasó en el campo de Juan Almada, “La Primavera”. Allí está a cargo de la hacienda un chico muy voluntarioso y trabajador. Es Pedro Gómez, nacido y criado en la zona de San Manuel.
Esa mañana, Pedro se levantó temprano y después de tomar mate, se fue caminando tranquilamente hasta el galpón. Sacó el tractor, enganchó el mixer y silbando bajito lo cargó con el maíz, el núcleo y un poco de pasto seco. Primero alimento los tres corrales de novillos y después le tocó al de los 20 toros que Almada tiene encerrados, para apurar el engorde y venderlos.
En un ratito descargó la ración de los grandotes, pero le llamó la atención un pedazo de silo plástico que el viento había llevado hasta allí. Con agilidad saltó el eléctrico que está sobre los comederos y fue a agarrar la bolsa para cargarla en el tractor y tirarla después en el basurero.
Dicen que ni lo vio venir al enorme toro negro que siempre había dados muestras de tener mal genio. La bestia lo encaró casi de costado y le dio un terrible cabezaso sobre las costillas, partiéndole cinco con ese golpe. El pobre Pedro voló contra los comederos, mientras el toro volvía a tomar envión para rematarlo. Haciendo cierto eso de que ante el peligro el dolor desaparece, Pedro se agarró del alambre para pararse, pero el toro no le dio tiempo. Se le vino encima. Entonces el muchacho, en un movimiento reflejo, extendió el brazo para protegerse… ¡Y ocurrió el milagro!... Al estar tomado con la otra mano del alambre electrificado, en cuanto el toro lo tocó, tuvo una enorme descarga que lo hizo bufar y abandonar por un momento el ataque.
Ya el toro empezó a dudar, pero seguía furioso. Volvió a intentar otro lance, pero un nuevo choque eléctrico le enderezó las ideas y por fin dio la vuelta y se retiró.
A duras penas Pedro pudo subir al tractor y volver al galpón. Llamó al patrón y en un rato llegaron a buscarlo. La cuenta dio que tenía cinco costillas y un brazo fracturados, pero insiste en que la sacó barata ¡Y habrá que creerle nomás!




Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...