martes, 15 de noviembre de 2016

Una mortandad





Suele suceder que se produzca una gran mortandad de vacunos. A veces son intoxicaciones masivas con distintos elementos, otras son brotes de alguna enfermedad infecciosa, en ocasiones un rayo o una centella hacen un desastre, y podría contarles montones de otros ejemplos.
Ayer me llamó Pedro. Uno va catalogando mentalmente la gravedad del asunto por el tono del interlocutor. Esta vez, el hombre sonaba casi lloroso.
-¡Hola Jorge! ¡Soy Pedro! ¿Podrás venir urgente? Recién salí al campo y me encontré diecinueve vacas muertas en el rodeo de las viejas-
-¡Qué bárbaro! ¡Enseguida salgo para allá!- No quise preguntarle mucho para no demorar la partida. En estos casos es bueno manejarse con rapidez, porque no sabemos en qué momento de la mortandad estamos. Me monté en la blanca y allá se fue todo el equipo. Llegamos en media hora y nos encontramos un panorama desolador. El potrero de 40 hectáreas de campo natural, lucía salpicado de cadáveres por todos lados. Todas vacas grandes. Algunas con ternero al pie y otras preñadas a término. Siguiendo el protocolo, tomamos todos los datos posibles del lote, del potrero, de los últimos movimientos y medicamentos aplicados. Después hicimos la necropsia a dos de las muertas y tomamos varias muestras para laboratorio, aunque ya el diagnóstico lucía claro y contundente.
En la semana previa, las 150 vacas con sus terneros habían sido llevadas hasta la manga distante unos 4 kilómetros. Allí estuvieron encerradas 3 días, porque hubo una tormenta fuerte en el medio, que impidió llegar al campo a los vacunadores de la Fundación Antiaftosa. Al día siguiente de regresar a su potrero de origen, murieron todas.
Una combinación de stress, ayuno y el efecto del clima, fueron desencadenantes de una hipomagnesemia aguda, que se llevó al 14 % del rodeo a pastorear en el cielo de las vacas.
Las mortandades masivas son problemas en los que hay que manejarse con extremo profesionalismo, porque suele suceder que se originen conflictos de intereses entre el dueño de los animales y el causante de las muertes si lo hubiera.
Una vez, hace muchos años, un cliente no tuvo mejor idea que bañar a sus vacas con un antisárnico de una partida que el Laboratorio había sacado de circulación, porque por error salió con la droga pura. Como el remedio además estaba vencido, el buen hombre lo preparó “un poco más fuerte por las dudas”. El resultado fue que murieron más de 80 novillos de 400 kg, de los casi 200 afectados. Fueron 24 horas de correr para conseguir toda la Atropina posible y hacer incontables viajes al campo para seguir tratando los convalecientes. Hicimos una carpeta con un informe detallado del caso, adjuntando análisis de laboratorio, fotografías y cuanto elemento pudiera servir a la presentación y finalmente, el Laboratorio, tratando de minimizar el impacto de la tragedia, terminó pagándole al productor hasta el último finadito.
  


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