lunes, 10 de abril de 2017

Almuerzo campero

Almorzando el último viernes. Día ventoso pero carne de primera

Casi siempre se empieza cerca de las 10 y media de la mañana. El encargado de hacerlo es el más viejo, o el que está con una tarea más liviana, o el que sea mejor asador. Allá va el cocinero por su noble arte, mientras el resto sigue trabajando fuerte con las vacas en la manga.
Primero elige con cuidado el lugar, tratando de que no sea muy lejos, ni que quede tan mal ubicado como para que la gente reciba todo el humo en la cara. El viernes, como había mucho viento, Luis prendió el fuego al reparo de un gallinero de chapas, justo al lado de la manga.
Siempre se usan parrillas muy bajitas o, si hay un poco más de tiempo, la carne se hará al asador. Si es en la parrilla, se pueden cocinar tiras de asado, algún vacío, los huevitos de los terneros recién castrados y, tal vez, algún matambre; en cambio, si el maestro usa el asador, podrá ser un costillar entero o algún cordero, lo que figure en el menú.
Esta vez nos tocaron tiras de asado.
Se condimenta solo con sal o alguna salmuera bien sabrosa, y se toma vino o jugo.
Se agrega galleta o pan ¡Y listo! Ahí está el almuerzo más campero. Carne, pan y vino. Sencillito pero buenísimo. No se si porque cuando está listo, uno lleva más de 5 o 6 horas moviéndose sin parar y tiene más hambre que lima nueva, o porque es rico nomás.
El comedor se arma cerca del fuego, y los comensales se sientan en lo que encuentren. Pueden ser las tablas de la manga, algún tronco viejo, un bidón, o un balde dado vuelta; y se come usando solo un cuchillo bien filoso, sosteniendo la carne caliente sobre un trozo de galleta.

Estos asados son un buen premio después de una mañana de trabajo fuerte.  

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