jueves, 11 de enero de 2018

Terapia conductual

Tengo un colega muy ingenioso. Es especial porque siempre le encuentra una solución a los problemas más insólitos que se le presentan. Por discreción solo diré que se llama Federico.
Hace unos años tuvo uno de sus mayores desafíos. Se trató del caso de Kevin, un simpático monito que la señora Aurora tenía en su casa desde mucho tiempo atrás. El asunto fue que Aurora enviudó y las relaciones entre ella y Kevin fueron cambiando progresivamente al estar solos. Según contó ella, el animalito se sintió “dueño de casa” y quería mandar. Empezó haciéndole algunos desprecios a su dueña, que ella interpretó como originados por la tristeza de la pérdida. Pero del desprecio pasó a la agresión, volviéndose cada vez más peleador. Los brazos y manos de Aurora daban testimonio de esto, con múltiples huellas de mordiscones de la pequeña bestia.
Mi amigo escuchó pacientemente la larga historia de la mujer y el mono, mientras en su mente tomaba forma una idea brillante.
-¡Dejemeló señora! Vuelva en una semana y veremos si lo puedo corregir. He leído sobre una terapia conductual muy moderna y se la voy a aplicar-
Apenas quedaron solos, Federico llevó al animalito a una matera que tiene detrás de la veterinaria, y después de asegurarse de que no tenía escapatoria, enrollo un diario viejo y mientras le hablaba muy fuerte, le dio unos cuantos azotes con el bastón de papel. Kevin protestó un poco, pero debe ser muy inteligente, porque pronto se quedó callado y quietito.
En los días que siguieron, a cada amigo que llegaba a la veterinaria a tomar mate, Federico le encargaba que le diera unos bastonazos y unos gritos a Kevin.
Pasada la semana, volvió Aurora a buscar a su mascota. Federico, sonriente, trajo al monito desde el fondo y se produjo el milagro. En cuanto vio a su dueña, el bandido la abrazó con desesperación, nunca más se hizo el malo con ella y conviven de la mejor manera desde hace mucho tiempo, mientras la fama de terapista conductual de Federico crece sin parar.  


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